“El liviano esfuerzo
de la creatividad”
Ricardo T. Ricci riccirt@fm.unt.edu.ar
Jane Hirshfield sobre la
narración de historias, el arte de la concentración y la dificultad como fuerza
consagrada a la acción creativa.[1]
La
autora estadounidense, nacida en el ’53 como yo (información totalmente
irrelevante para todos menos para mí), tiene una especial sensibilidad para
describir el momento de la creación literaria. Ella, como poetiza, seguramente
ha disfrutado intensamente de esos instantes - en ocasiones minutos – de
inspiración creativa. El resto del tiempo del escritor se consume en efectuar
los esfuerzos necesarios para lograr esos momentos de manifestación.
En
esa extrema brevedad el autor tiene una sensación de inmenso poderío; lo sabe
todo acerca de su texto, siente plenamente lo que desea transmitir en ese texto
y logra hacerlo de manera creativa y estética, porque puede hacerlo.
Ese
instante, al que me gusta llamar: del acontecimiento, se percibe como mágico.
Sucede que de pronto, en medio del esfuerzo, de la disciplina y de la
dedicación concentrada surge, como una epifanía, eso que deseaba decir, eso que
logra decirse a sí mismo de la mejor manera. Eso sí, diría don Zoilo: para ver
el amanecer hay que salirse de la cama bien temprano.
Se percibe un instante así en estos versos de Rainer María Rilke cuando describe la infancia. ¿La suya acaso?
“Y horas y horas, junto al
estanque gris
arrodillarse, con un velerito;
y olvidado, porque otros
semejantes,
y más bonitos, bogan por el
círculo:
deber pensar en la carita pálida
que, hundida, en el estanque,
aparecía...
Oh niñez, oh comparación que
escapa
¿adónde? ¿adónde?”[2]
La disciplina
de exponerse con determinación al texto que aún no se escribió, la obstinada
voluntad de quien desea convertir su sensación en una sucesión de palabras con
belleza.
En
el caso de Hirshfield, es posible que su compromiso con la espiritualidad Zen
haya matizado sus habilidades creativas. La meditación, la concentración plena,
la armonía de la mente con el cuerpo, colaboran con la disposición para el acto
creativo. Sin embargo, es cierto también, que hay muchos ejemplos de autores
que lograron escribir maravillas en estados de enorme exaltación, en medio de
adicciones lamentables, en situaciones de persecución ideológica, y con riesgo
de perder la vida. Podemos concluir entonces que cada quien hace lo que puede
cuando se ve impelido por el impulso de creación, por la promesa del
acontecimiento.
“La dificultad en sí misma puede ser un camino hacia la concentración: el esfuerzo gastado nos convierte en una tarea, y el compromiso exitoso, aunque laborioso, se convierte también en una labor de amor. El trabajo de la escritura aporta reposición incluso al escritor que trata temas dolorosos o resuelve problemas formales, y hay momentos en que el único camino abierto del sufrimiento es a través de una inmersión en lo que es. El poeta urdu del siglo dieciocho, Ghalib, describió el principio de esta manera: "Para la gota de lluvia, la alegría está en entrar al río - / El dolor insoportable se convierte en su propia cura".[3]
¿Será
que para todo texto su destino venturoso y redentor será sumarse al gran río
del lenguaje? Acaso la misión de la letra bella sea mantener la ecología sana
del caudal. El agua clara, los peces vivos y las plantas lozanas. Asegurar la
potabilidad para las bestias y los hombres.
Hirshfield ha elaborado un arte sensualmente filosófico que impone una pausa en nuestros hábitos mentales avanzados. Sus poemas parecen simples, y no lo son. Su lenguaje, en su limpieza y transparencia, plantea enigmas de una naturaleza tranquilamente metafísica... Cláusula por cláusula, imagen por imagen, en un lenguaje a la vez misterioso y común, los poemas de Hirshfield despejan un espacio para la reflexión y el cambio. Invitan a la conciencia ética y establecen un delicado equilibrio.” [4]
Si
uno, una tarde cualquiera, ve pasar una escritora como ésta por la calle, debe
disponerse a seguirla, a comprar todos sus libros, a leerla siempre y a dejarse
guiar mansamente. El camino de la sensibilidad a la sabiduría está consolidado,
no todos los días aparecen maestros con tanta claridad de objetivos.
Que
un escritor, sin dejar de lado la estética, se deje seducir por la metafísica,
ya es fenomenal. Si a eso se agrega que sus construcciones sean simples y
llanas, hemos encontrado un tesoro de insospechado valor.
Que
con ese lenguaje de misteriosa llaneza logre despejar el camino a la reflexión
y a la conciencia ética, es un lujo. Veamos una pequeña muestra:
“En mi
cartera llevo una tarjeta”
En mi cartera llevo una tarjeta
que declara que tengo el poder de legalizar un matrimonio.
En mi cartera llevo una tarjeta que
declara que puedo conducir.
En mi cartera llevo una tarjeta
que le dice a los comerciantes que deben confiar en que les pagaré.
En mi cartera llevo una tarjeta
que asegura que puedo tomar prestado un libro en la ciudad en la que vivo.
En mi mano llevo una tarjeta.
Sus líneas declaran que no tengo
tarjetas, ni coche, ni estado, ni dinero.
Es liviana y sin aristas.
Me nombra miembro de la Orden de
Cuantos Morirán.
Nuestra
experiencia carente de tanta riqueza, pero conocedora de las primicias, nos
impulsa a valorar sus palabras como un estímulo para intentar, nosotros mismos,
nuevas y profundas experiencias literarias.
Repitámoslo
una y otra vez: la literatura es mucho más que hacerle llegar un mensaje al
lector, ese mensaje debe ser bello, profundo, sugerente, ético, apasionado,
vital, desafiante…
El
lector seguramente tiene otros adjetivos para agregar a esta lista. Todo
adjetivo que implique que el hombre, con sus pies bien metidos en el barro,
atine a levantar la mirada para ver las estrellas, es adecuado para referirnos
al arte laborioso y consolador de la escritura.
“Grandes barridos de pensamiento,
emoción y percepción se comprimen en formas que la mente es capaz de contener:
en imágenes, oraciones e historias que sirven como símbolos de entrada a
grandes y a menudo resbaladizos reinos del ser ... Las palabras se aferran a la
mente, sembradas con el excedente de belleza y significado que es la marca de
concentración.”[5]
[2] María Rilke, R. (2004). Poesías. Santa Fe, El Cid Editor. Recuperado de https://elibro.net/es/ereader/untbcbiblio/98245?page=189. Fragmento del Poema “Infancia”
[3] Idem 1
[4] Rosanna Phelps Warren (born July 27, 1953) is an American poet and scholar.
N del A: También nacida en el ’53, para más datos.
[5] Idem 1.