martes, 23 de febrero de 2021

“El liviano esfuerzo de la creatividad”

 

“El liviano esfuerzo de la creatividad”

Ricardo T. Ricci riccirt@fm.unt.edu.ar


Jane Hirshfield sobre la narración de historias, el arte de la concentración y la dificultad como fuerza consagrada a la acción creativa.[1]



Al ingresar al apretado estrecho de la concentración creativa, el mundo y el yo comienzan a cohesionarse, sus límites se tornan difusos, sus sustancias se confunden.
  En ese estado se produce el acontecimiento de la unificación de lo que sé y puedo saber, lo que siento y puedo sentir, de lo que hago y puedo hacer.

La autora estadounidense, nacida en el ’53 como yo (información totalmente irrelevante para todos menos para mí), tiene una especial sensibilidad para describir el momento de la creación literaria. Ella, como poetiza, seguramente ha disfrutado intensamente de esos instantes - en ocasiones minutos – de inspiración creativa. El resto del tiempo del escritor se consume en efectuar los esfuerzos necesarios para lograr esos momentos de manifestación.

En esa extrema brevedad el autor tiene una sensación de inmenso poderío; lo sabe todo acerca de su texto, siente plenamente lo que desea transmitir en ese texto y logra hacerlo de manera creativa y estética, porque puede hacerlo.

Ese instante, al que me gusta llamar: del acontecimiento, se percibe como mágico. Sucede que de pronto, en medio del esfuerzo, de la disciplina y de la dedicación concentrada surge, como una epifanía, eso que deseaba decir, eso que logra decirse a sí mismo de la mejor manera. Eso sí, diría don Zoilo: para ver el amanecer hay que salirse de la cama bien temprano.

Se percibe un instante así en estos versos de Rainer María Rilke cuando describe la infancia. ¿La suya acaso? 

“Y horas y horas, junto al estanque gris

arrodillarse, con un velerito;

y olvidado, porque otros semejantes,

y más bonitos, bogan por el círculo:

deber pensar en la carita pálida

que, hundida, en el estanque, aparecía...

Oh niñez, oh comparación que escapa

¿adónde? ¿adónde?”[2]

 

La disciplina de exponerse con determinación al texto que aún no se escribió, la obstinada voluntad de quien desea convertir su sensación en una sucesión de palabras con belleza.

En el caso de Hirshfield, es posible que su compromiso con la espiritualidad Zen haya matizado sus habilidades creativas. La meditación, la concentración plena, la armonía de la mente con el cuerpo, colaboran con la disposición para el acto creativo. Sin embargo, es cierto también, que hay muchos ejemplos de autores que lograron escribir maravillas en estados de enorme exaltación, en medio de adicciones lamentables, en situaciones de persecución ideológica, y con riesgo de perder la vida. Podemos concluir entonces que cada quien hace lo que puede cuando se ve impelido por el impulso de creación, por la promesa del acontecimiento. 

“La dificultad en sí misma puede ser un camino hacia la concentración: el esfuerzo gastado nos convierte en una tarea, y el compromiso exitoso, aunque laborioso, se convierte también en una labor de amor. El trabajo de la escritura aporta reposición incluso al escritor que trata temas dolorosos o resuelve problemas formales, y hay momentos en que el único camino abierto del sufrimiento es a través de una inmersión en lo que es. El poeta urdu del siglo dieciocho, Ghalib, describió el principio de esta manera: "Para la gota de lluvia, la alegría está en entrar al río - / El dolor insoportable se convierte en su propia cura".[3]

¿Será que para todo texto su destino venturoso y redentor será sumarse al gran río del lenguaje? Acaso la misión de la letra bella sea mantener la ecología sana del caudal. El agua clara, los peces vivos y las plantas lozanas. Asegurar la potabilidad para las bestias y los hombres. 

Hirshfield ha elaborado un arte sensualmente filosófico que impone una pausa en nuestros hábitos mentales avanzados. Sus poemas parecen simples, y no lo son. Su lenguaje, en su limpieza y transparencia, plantea enigmas de una naturaleza tranquilamente metafísica... Cláusula por cláusula, imagen por imagen, en un lenguaje a la vez misterioso y común, los poemas de Hirshfield despejan un espacio para la reflexión y el cambio. Invitan a la conciencia ética y establecen un delicado equilibrio.” [4] 

Si uno, una tarde cualquiera, ve pasar una escritora como ésta por la calle, debe disponerse a seguirla, a comprar todos sus libros, a leerla siempre y a dejarse guiar mansamente. El camino de la sensibilidad a la sabiduría está consolidado, no todos los días aparecen maestros con tanta claridad de objetivos.

Que un escritor, sin dejar de lado la estética, se deje seducir por la metafísica, ya es fenomenal. Si a eso se agrega que sus construcciones sean simples y llanas, hemos encontrado un tesoro de insospechado valor.

Que con ese lenguaje de misteriosa llaneza logre despejar el camino a la reflexión y a la conciencia ética, es un lujo. Veamos una pequeña muestra:

 

“En mi cartera llevo una tarjeta”

 

En mi cartera llevo una tarjeta que declara que tengo el poder de legalizar un matrimonio. 

En mi cartera llevo una tarjeta que declara que puedo conducir.

En mi cartera llevo una tarjeta que le dice a los comerciantes que deben confiar en que les pagaré.

En mi cartera llevo una tarjeta que asegura que puedo tomar prestado un libro en la ciudad en la que vivo.

 

En mi mano llevo una tarjeta.

Sus líneas declaran que no tengo tarjetas, ni coche, ni estado, ni dinero.

Es liviana y sin aristas.

Me nombra miembro de la Orden de Cuantos Morirán.


Nuestra experiencia carente de tanta riqueza, pero conocedora de las primicias, nos impulsa a valorar sus palabras como un estímulo para intentar, nosotros mismos, nuevas y profundas experiencias literarias.

Repitámoslo una y otra vez: la literatura es mucho más que hacerle llegar un mensaje al lector, ese mensaje debe ser bello, profundo, sugerente, ético, apasionado, vital, desafiante…

El lector seguramente tiene otros adjetivos para agregar a esta lista. Todo adjetivo que implique que el hombre, con sus pies bien metidos en el barro, atine a levantar la mirada para ver las estrellas, es adecuado para referirnos al arte laborioso y consolador de la escritura. 

“Grandes barridos de pensamiento, emoción y percepción se comprimen en formas que la mente es capaz de contener: en imágenes, oraciones e historias que sirven como símbolos de entrada a grandes y a menudo resbaladizos reinos del ser ... Las palabras se aferran a la mente, sembradas con el excedente de belleza y significado que es la marca de concentración.”[5]

 



[2] María Rilke, R. (2004). Poesías. Santa Fe, El Cid Editor. Recuperado de https://elibro.net/es/ereader/untbcbiblio/98245?page=189. Fragmento del Poema “Infancia”

 

[3] Idem 1

[4] Rosanna Phelps Warren (born July 27, 1953) is an American poet and scholar.

N del A: También nacida en el ’53, para más datos.

[5] Idem 1.