lunes, 15 de enero de 2024

Batman, el otro y yo.






No sé si será Batman u otro con disfraz. Me produce una profunda congoja, su soledad. ¿O será la mía? 

Sospecho un llanto incontenible bajo esa máscara de justicia. ¿O será bajo la mía? 

Iría a pedirle que ya actúe, que persiga malhechores, o vaya de una vez al baile del disfraz. Intuyo que esa es su necesidad. ¿O será la mía?  

martes, 1 de agosto de 2023

El granito y el barro. (¿las gentes?)


“El Granito y el Barro”

 

He conocido a algunas personas de granito, como todos: con un carácter de piedra, rectas, inamovibles, inmutables, con opiniones del tamaño y la forma de las Montañas Rocosas, cantera que hay que excavar durante cinco años para extraer una sola sonrisita pétrea. Eso está bien, es admirable, pero no tiene nada que ver conmigo. Lo recto está bien, pero yo soy más bien retorcida.

 

El barro es realmente muy distinto del granito, y debería tratarse de otro modo. El barro se queda en su sitio, húmedo y denso y pringoso y productivo. El barro está bajo los pies. La gente deja huellas en el barro. Como barro acepto los pies. Acepto el peso. Trato de dar apoyo, me gusta ser acomodaticia. Los que me toman por granito dicen que no es así, pero no han prestado atención a dónde ponían los pies. Por eso la casa está toda sucia y llena de pisadas.

Para alterar el granito hay que hacerlo estallar.

Solo soy barro. Cedo. Trato de acomodarme. Y así, cuando la gente y las cosas enormes y pesadas se marchan, no han cambiado, salvo porque tienen barro en los pies, pero yo sí he cambiado. Sigo aquí y sigo siendo barro, pero estoy llena de pisadas y huecos hondos y huellas y alteraciones. Me han cambiado. Tú me cambias. No me tomes por granito[1]

 


Hay modos inesperados de presentarse ante la sociedad de los hombres, hay caretas de diversos tipos, disfraces variados y roles que se interpretan sin inhibiciones ni vergüenza. Interpretar un personaje postergando a la persona, ningunearla o simplemente olvidada, tiene un enorme costo que antes o después se paga. La interpretación de un personaje en el teatro de la vida de todos los días, siempre se paga. Algunas veces en especias, otras con dinero, con prestigio, con olvidos o, lo que es peor, con la perdida de la salud física o mental. Los seres humanos estamos acostumbrados a actuar, a desarrollar nuestras performances. El asunto está en interpretar nuestro papel, pagando el menor costo posible. Algunos aseguran que la proximidad del personaje a la identidad personal es garantía de bajo presupuesto. La distancia diferencial entre la persona y el personaje, es directamente proporcional al monto que se anota en la factura emitida siempre al consumidor final.


 

La genial Úrsula K. Le Guin, propone dos modos polares de comportarse en la vida. De granito, como ella lo afirma, es el tipo duro, rígido, principista, cumplidor de la ley sin preocuparse por el espíritu de la misma. Es ese tipo recto, impoluto, el que la tiene siempre clara, el que raramente duda ante la toma de decisiones, ya que la letra de la ley o los convencionalismos sociales se lo están diciendo claramente. No es de medir las consecuencias en los demás, sólo le importa ser fiel a sí mismo y sus principios; de lo contrario será el quien pague las consecuencias de su incoherencia. Las personas de granito tienden a ocupar cargos directivos a los que acceden por su eficiencia, perseverancia y honestidad a toda prueba. Otros ‘Granitos’ son jefes de bandas y variados tipos de asociaciones. En ellas demuestran su liderazgo férreo, no consideran excepciones y aplican las normas o los códigos a rajatabla. En criollo diríamos que para este tipo de individuos “no hay chanchos con dos colas”, son aquellos que no suelen confundir el aserrín con el pan rallado.

¿Está mal ser Granito? Para nada, naturalmente cumplen un rol social muy importante. Son los guardianes y garantes del pacto social. Nada los mella, no tienen cicatrices expuestas, de huellas, ni hablar.

 

Los Barro son individuos flexibles, ocupan lugares inferiores, son maleables, pueden adoptar diversas formas, aceptan las pisadas y conservan las huellas que dejan en ellos. Una parte de ellos también se desprende y se adhiere a los pies del otro. Son tipos agradables, son consistentes, aceptan recomendaciones y consejos, se constituyen en la amalgama de lo social, no presentan aristas agudas que hieran al contacto, ceden, empatizan, se adaptan y convencen mediante argumentos y razones sesudas. Su característica principal es la predisposición al cambio, a aceptar y dar, a dejarse modificar y modificar silenciosamente a su vez. Son tipos simpáticos, generosos, afables y amigueros.

 

Trabajando en la mina.

 

David Connolly, nuestro amigo, el geólogo irlandés, nos contó el caso de un atildado funcionario inglés que regenteaba el centro de estudios donde él había conseguido su primer trabajo. Archibald - vamos a darle ese nombre ficticio por su sonoridad destacadamente flemática - era un jefe estricto, recto, justo, exigente con los demás y sobre todo consigo mismo. Era el primero que llegaba a la oficina, siempre vestido impecablemente. Saco azul, pantalón gris de franela, camisa blanca, zapatos excelentemente lustrados, marrones y de punta roma. Lo más llamativo: sus corbatas. Tendría tres o cuatro, siempre bien planchadas y con motivos similares, una o dos con cuadrillé escocés y las otras bordó y azul con rayas diagonales con un discreto escudo de su club de remo.

A nuestros fines, es importante conocer cómo era la firma personal de Archibald. Consistía en su nombre y apellido un tanto ilegibles, encerrados al final por un círculo imperfecto pero completo. Al interior de tan perfecto cerco, Archibald no tenía escapatoria. Eso es lo que un día - Janet Blind, una de las secretarias con vocación de grafóloga - le dijo a modo de broma. Inmediatamente, lamentó lo dicho, lo consideró una desprolijidad de su parte, y su cara, con las orejas incluidas, se tiñó de color rojo vergüenza.

Mientras consultaba algo en unos libros de contabilidad, Archi (así le decían sus empleados en secreto), escuchó la charla de dos empleados que comparaban sus firmas y las vinculaban con sus historias. Comentaban un poco de todo, pero lo que le impresionó fue eso del encierro del nombre, una vez más, el cerco alrededor de sí mismo. Al parecer la gente más abierta, afable y franca no hace círculos, a lo sumo rubrica su nombre – se dijo para sí. Al día siguiente le pidió a Janet que citara a alguna persona de la oficina de registros personales para que trajera su legajo. Una vez llegado el empleado, le informó que deseaba hacer un pequeño cambio en su firma. Así fue que Archibald sacó el círculo y decoró su firma con una pequeña rúbrica y dos puntos al final, como al descuido.

 

Al día siguiente apareció con un outfit blazer a cuadros chicos, camisa celeste y sweater cuello redondo, sin corbata. Eso sí, los zapatos eran los mismos.

Dos o tres años después, David lo encontró en un pub en el centro de Dublín. Archie (ahora se llamaba a sí mismo de ese modo), le comentó muy afablemente que había reflexionado concienzudamente lo que aquella secretaria le había dicho acerca de su firma. Le contó que aquella tarde – noche pensó: “hay gente con una personalidad tal, que le permite tener una firma abierta, y se comportan de ese modo. La mía, cerrada, coincidía con ese modo mío de ser que me tenía repodrido. ¿Podrá conseguirse el efecto inverso? ¿Que al cambiar la firma se ablande el granito?” Procedió de ese modo, logrando algunos resultados que comenzaron a dejarlo cada vez más satisfecho.

 

Si, ya sé, una historia demasiado sencilla, una anécdota trivial para afirmar que los seres humanos no son blancos o negros. Que la inmensa mayoría de ellos son grises: granitos ablandados, o barros duros.

La postura de Le Guin me parece muy descriptiva y valiosa por exponer los pares de opuestos, sin embargo, tiendo a creer que los modos humanos no son tan polares. Conozco granitos que se resquebrajan en la soledad, a los que sus lágrimas mojan su material de tal manera que le dan una consistencia algo barrosa. Conozco barros, que reclaman para sí un poco más de consistencia, ya que fracasan en algunas empresas porque no logran hacer efectivos sus sueños.

 

Soy protagonista en el teatro de la vida. También tengo mi set de caretas, disfraces y personajes favoritos que interpreto plenamente. No se puede vivir de otro modo. Al sacarme el maquillaje frente al espejo, una lágrima con restos de delineador invade la mejilla blanca, otras veces, el espejo me devuelve una cara un poco embarrada con una sonrisa franca de oreja a oreja. ¡Parece ser que de eso se trata vivir!

 

     

 



[1] Ursula K. Le Guin, “Contar es escuchar”. Editorial Círculo de Tiza, Madrid, 2018


lunes, 20 de junio de 2022

Con toda valentía y decididamente…

 

Con toda valentía y decididamente…

Ricardo T. Ricci 18/5/21     

riccirt@fm.unt.edu.ar


“…atrás quedaron las cercas de púas, descendí hasta el borde del bosque. De pronto, en la noche explotó el día: ¡sirenas, luces trazadoras, iluminación a pleno, gritos, ladridos! Corrí hacia la espesura, ya no era tiempo de elegir entre la incertidumbre y el infierno, estaba jugado.”

Echado en el suelo húmedo de rocío, masticando tierra y pasto, me sobrevino un miedo visceral, un miedo como la suma de todos los miedos, un pánico ancestral. Mi cuerpo se hizo pequeñito y mi alma se deshilachó; sentí que se volvía trémula, incompetente y derrotada.

Como pude alcancé a pararme a pesar de mis temblores, me expuse a la luz enteramente y coloqué ambas manos detrás de mi nuca. Humillado, me entregué una vez más.


miércoles, 10 de noviembre de 2021

La única rosa rosa, o esas cosas de los hombres...

 

La única rosa rosa, o esas cosas de los hombres…

Ricardo T. Ricci, 18 de octubre de 2021.

riccirt@fm.unt.edu.ar

 

Octavo día de la Novena de mi Virgen Morenita. Bonita, milagrosa y protectora de todos los míos, refugio de mis dolores, dispensadora de la esperanza infinita. Allí junto al altar mayor, iluminadísima, adornada como toda pura entre las puras con cientos de flores blancas, rosas, claveles, lirios, calas y gladiolos. Las flores de la pureza. Todos los faroles la apuntan a la Morenita y la fila de fieles que la veneran avanza lenta, pero incesantemente.

Esa era mi oportunidad, en una bolsita de papel madera llevaba mi ofrenda. Antes de ir al templo pensé: Yo no me creo tan pura como para ofrendar una rosa blanca. Nunca, por más que lo intento, he logrado una verdadera paz, las pasiones me invaden y me confunden, a menudo reacciono con irritación. Creo que el rojo de la sangre que me ciega mancha sin piedad toda la pureza que pudiera conseguir.

Por eso es que se me ocurrió, para ser sincera, poner una rosa rosa en tu altar inmaculado. Para mí es pureza teñida de pasión, me representa mejor a mí. Para que mi rosa no desentone la pongo en un costadito de las ofrendas, en el borde de esa inmensa corona de blancura. Una manchita apenar perceptible.

Ahora ya estoy presente para el último día de la Novena. Dispuesta para la ceremonia final, para la gran celebración, para festejar con cantos y panderetas a mi Virgen Morenita. La aclamación final de todos los que la veneramos. A duras penas, poco a poco, logro acercarme algo a tu magnífico altar, estoy deslumbrada con tanta belleza. No resisto la tentación de echar una mirada al costadito, a mi costadito, ese en el que puse mi rosa rosa como testimonio de mi avergonzada pasión.

No la veo, no está allí mi rosa. Nada de color interrumpe el blanco magnífico. Mi rosa ya no está, ¿qué es lo que habrá ocurrido? Todo está en su lugar menos mi rosita. De pronto siento que mi rostro se enciende, el calor me invade la cara. ¡Anoche, anoche mismo, como premio a mi sinceridad, te la llevaste contigo Madre mía! La aprietas sobre tu corazón y allí estará, estaré, siempre contigo. Como cuando éramos niños los Reyes se llevaban el pasto y el agua, tú te llevaste mi rosa rosa.

Me postro humildemente ante el milagro, ¡estoy inmensamente feliz! Me siento indigna del favor que me hiciste y del amor que me tienes.    

 

 


Fotografía personal tomada en una capilla de S. M. de Tucumán el 10 de octubre de 2021.

lunes, 19 de julio de 2021

The Beauty of the Unpredictable

 The Beauty of the Unpredictable


Ricardo T. Ricci en: ARS MEDICA https://ars-medica.mn.co/posts/the-beauty-of-the-unpredictable

Reading, reading, and reading… an endless source of revelations. Walking along the paths where we can still find the footprints of great writers and the literary critics who knew them by heart, is a fascinating experience.

Now, we are the ones invited to make our small contribution to this river of creativity sharing reflections, aphorisms, short stories and poems, everything adds up.

That is what this essay is about; the causes and effects of reading and writing; about the situations and the implications of humans and their circumstances. It's about the unexpected consequences that reading generates; reading King Lear or The Tempest by Shakespeare can have a much greater impact in our lives than the prophecies attached to the wrapper of my favorite chewing gum I read in my childhood.

“Greater than scene… is situation. Greater than situation is implication. Greater than all of these is a single, entire human being, who will never be confined in any frame.” *

I once came across the phrase: "The map is not the territory," which suggests the description of the thing is not the thing itself. It is not the same standing in front of the Iguazú Falls and staring at the scene with your very own eyes, than looking at a map of the border between Brazil and Argentina, a brochure of the National Park, or a photograph of the falls on National Geographic. There is no information that could replace the beauty that fills your eyes, that continuous roar of water that rushes in uncontrollable streams, the humid feeling of fine droplets of water falling on your face, your hair, and your clothes.

The map is not the territory. It is incomparably different to be situated on the scene; the feeling of involvement surpasses everything as we become one with the surroundings. We are involved, we are part of the experience. The basalt stone, the multiform ferns, the coati and the toucan are part of the falls, and once

we are there, we are too. If you pause for a moment to think about it, you immediately feel astonished.

There is no greater joy than to contemplate the entire human being. The grace and the struggles of the lay person, pretentious and insecure, arrogant and humble. The human that has the ability to hold and appraise the beauty of the territory, to design the map and remain irrepressible to any frames. A mass of flesh and bones, a sentient apparatus, a will, an arrow thrown into the immensity and immense in itself.

The human being that emerges as a continent of the self. A self-penetrated by feelings, emotions, reasons, desires and actions. A self that is both uncontainable and continent at the same time. A being confronted with the fragility of existence, uncertain and powerful. A heap of matter capable of containing the universe and imagining what the collision between Andromeda and the Milky Way will be like, which will occur in several billions of years’ time.

A being embedded in space and time, a being involved in the scenes, as we saw, and involved in time, with a biography, a story and a narrative of its own.

*Quotes extracted from brainpickings.org

Eudora Alice Welty (Jackson (Mississippi, April 13, 1909 - July 23, 2001) was an American writer who wrote novels and short stories about the South of the United Stated of American. Welty won the Pulitzer Prize in 1973 for his novel The Optimist's Daughter. She was also awarded the Presidential Medal of Freedom in 1980.

Ricardo T. Ricci, translated by Mariana Dittborn

“La Belleza de lo impredecible”

 “La Belleza de lo impredecible”

Ricardo T. Ricci (riccirt@fm.unt.edu.ar)

El hilo continuo de la revelación: Eudora Welty[1] sobre la escritura, el tiempo y la no linealidad de cómo nos convertimos en quiénes somos.



 “Más importante que la escena…es estar situado en ella. Aún más valioso que estar en la situación es estar implicado. Más grande aún que todo esto, es un solo ser humano que, contemplado como un todo, nunca podrá ser confinado en ningún marco”.[2]

Leer, leer, y leer, es una fuente inagotable de revelaciones. Andar por los caminos en los que todavía se encuentran las huellas de los grandes escritores y las de los críticos literarios que los han conocido al dedillo, es una experiencia fascinante.

Ahora somos nosotros los que estamos invitados a aportar nuestro pequeño aporte a este río de creación, una reflexión, un aforismo, un pequeño poema, un breve relato, todo suma.

 De eso se trata este texto, de las causas y los efectos de la lectura y la escritura, de las situaciones y de las implicaciones de los hombres en las circunstancias vitales. De los efectos insospechados que esos textos pueden tener. Leer Rey Lear o La Tempestad de Shakespeare, puede tener un efecto determinante en nuestras vidas, decididamente mayor que aquellas predicciones que de niños leíamos en el envoltorio de las gomas de mascar.  

“Más importante que la escena…es estar situado en ella. Aún más valioso que estar en la situación es estar implicado. Más grande aún que todo esto, es un solo ser humano que, contemplado como un todo, nunca podrá ser confinado en ningún marco”




Los gurúes de Palo Alto repetían con tanta frecuencia: “No es lo mismo el mapa que el territorio”. No es lo mismo ver las cataratas del Iguazú en un mapa del límite entre Argentina y Brasil, en un plano del Parque Nacional Iguazú, en una foto de la National Geographic Magazine, que estar situado en la escena, que verlas con los propios ojos. Ninguna información previa es capaz de reemplazar esa belleza que nos llena los ojos, ese bramido continuo del agua que se desbarranca a raudales incontenibles, esas finas gotitas que humedecen nuestra cara, nuestro cabello y nuestra ropa.

No es lo mismo el mapa que el territorio. Es incomparablemente diferente estar situados allí, en la escena; el sentimiento de la implicación lo sobrepasa todo ya que pasamos a ser uno con el espacio. Implicado formo parte de la experiencia. La piedra basáltica, los helechos multiformes, el coatí y el tucán son parte de las cataratas, una vez que estamos allí, nosotros también lo somos. Basta pensarlo un poco para sentirnos estupefactos.

 

Nada hay más maravilloso en la creación que un ser humano contemplado como un todo. El hombre genérico agraciado y sufriente, sin seguridades y pretencioso, altanero e incapaz, soberbio, humilde y rastrero. El ser humano es quien tiene la capacidad de albergar la belleza del territorio, de diseñar el mapa y de permanecer él mismo incontenible en cualquier molde. Un cacho de carne y huesos, un aparato sentiente, una voluntad, una flecha lanzada a la inmensidad e inmensa en sí misma.

El ser humano se nos aparece como el continente del yo. Un yo atravesado por los sentimientos, las emociones, las razones, los deseos y las acciones. Un sí mismo a la vez incontenible y continente. Un ser en la existencia frágil, incierto y potente. Un montón de materia capaz de contener el universo e imaginarse cómo será el choque entre las galaxias de Andrómeda y La Vía Láctea que ocurrirá dentro de varios miles de millones de años.

Un ser incrustado en el espacio y el tiempo, un ser implicado en las escenas, como vimos, e implicado en el tiempo, con biografía, con historia y con una narrativa propia.        



[1] Eudora Alice Welty (Jackson (Misisipi), 13 de abril de 1909 -  23 de julio de 2001) fue una escritora estadounidense que escribió novelas y cuentos sobre el Sur de Estados Unidos. Welty ganó el Premio Pulitzer en 1973 por su novela The Optimist's Daughter. Asimismo, fue galardonada con la Medalla Presidencial de la Libertad en 1980.

[2] https://www.brainpickings.org/2018/02/21/eudora-welty-one-writers-beginnings/ Todos los textos en cursiva corresponden a este sitio.

lunes, 14 de junio de 2021

Advice from a Caterpillar: Reflections on Change, Uncertainty and Identity

 

Advice from a Caterpillar: Reflections on Change, Uncertainty and Identity

 

How might we navigate uncertainty in medical practice?

As physicians, we are constantly dealing with change and the uncertainty that comes with it. But we never seem to have the time to reflect on how we change as we try to navigate the uncertainty of medical practice.

We invite you to read this short essay by our member @Ricardo Ricci. Through a fictional conversation between Alice and the Caterpillar, we are invited to explore the foundations of uncertainty and the evolving nature of identity. 

 

 

Advice from a Caterpillar: Reflections on Change, Uncertainty and Identity



 

Mr Caterpillar, a few days ago you asked me, "Who are you?" with your arrogant tone. Your existential question took me by surprise, as I was feeling insecure about myself at the moment. I was having issues with my height and had no control over my body, which made my situation rather unstable. 

I had been going through a rough time and suffering all sorts of weird symptoms after drinking an unknown brevage; I went from being your height, Mr Caterpillar, about twelve centimetres, to growing tall above the treetops in a matter of seconds. Apparently, the instability of the body is necessarily followed by the instability of the mind. As you may already know, mind and body cannot be separated.

In this blurry, delusional situation, you dare to ask “Who am I?”

I knew who I was when I woke up that morning, but given the circumstances, I just wasn't sure anymore. Such was the transience and instability of my states. You remember, right?

Now that I am back at home, I am not sure whether I should laugh or feel angry about your nonsense. But I have convinced myself that it was not an illusion.

Mr Caterpillar, you provided me with the opportunity to face unresolved issues -- issues that I was not aware of in my certain and immutable sense of reality, a reality that I now realize is rather unpredictable.

Although, I wouldn’t say you are in the best position to preach about permanence and stability; caterpillars are not immutable beings, after all. When we met, you were a larva and soon you will become a butterfly. How confident do you feel about your identity? I wonder if you can call yourself a caterpillar while being a larva? Would you still be you when coloured wings grow on your back and you become butterfly? Can we even speak of a permanent identity?

Mr Caterpillar, much water has flowed under the bridge of identity as we discuss this existential matters. We used to think our development was only determined genes. But scientists discovered that it's not that simple. It turns out that our environment affects how genetic information is expressed. Did you know that? And it's not only the physical environment...the social environment also seems to play a role. I'm just amazed by the fact that social interactions can shape our identity.

Thus, my dear Mr Caterpillar,  I am not the same now as I was before I met you, and likewise the same happens to you. The process may be even faster than your much expected metamorphosis. By the way ... can you feel your cells changing at this very moment? I don’t, but even if I don´t turn into a butterfly, I know that I´m changing as quickly as you are. Old cells in my body are dying and new ones are born, and so on and so forth. The same happens to the human brain. Our neurons are constantly changing and making new connections. What is considered useful is nourished and what is considered obsolete is trimmed or modified. Connections between neurons hold our memory in the form of partially stable chemical complexes. That is the so-called long-term memory, the one that allows me to react when the Mad Hatter or The Queen of Hearts calls: Alice!

Now, my dear Mr Caterpillar: Can you see how fragile is the biological foundation of identity? Transience, insubstantiality, and subtlety are its characteristics. Our sense of self lives in the realm of the improbable, as does life itself. Yours, mine, the planet´s even.

I can´t believe you had the nerves to ask who am I?

I am Alice, the incredibly weak and fleeting Alice.

I am Alice, the one who, from that very unstable reality common to all humanity, aspires to conquer the stars.

I am Alice, the one who meddles into subatomic particles with the hope of understanding what happened before the Big Bang.

I am Alice, the one who with very limited resources aspires to bring some order to this world of nonsense where it is considered totally normal to see the smile of a cat after the cat is gone.

My dear Mr Caterpillar, now I will leave, hoping that tomorrow, when you become a butterfly, you will recognize me. And please don't forget to spread your wings when we cross paths so that I can recognize you.

 

 

Written by Ricardo T. Ricci

Translated by Mariana Dittborn

Publicado en: https://www.ars-medica.org/