domingo, 16 de agosto de 2020

Necesito de ti

“Necesito de ti”

Ricardo T. Ricci

riccirt@fm.unt.edu.ar

“Hablo por teléfono con Antonio Lucas, añorando las cenas en Lucio, y me dice: "En estos tiempos de confinamiento, de estar solos y lejos unos de otros, la nostalgia de los amigos, la ausencia física prolongada de éstos, es también un bicho que te roe y avanza sin cesar". (Tuit de Artuto Perez Reverte (Escritor Español) 25 de marzo de 2020

 


¡Estas cosas que tiene la cuarentena obligatoria! Ayer me enfrasqué en una trifulca tuitera con un tal Juampi. No sabía nada de él pero me molestó sobremanera un post de su autoría. Concretamente se refería a la opinión de una científica argentina que explica los motivos que posee para dudar de la información que el gobierno comparte y de una eventual manipulación de las estadísticas relacionadas con la pandemia.

“Que te den por el c…” Fue el aporte de Juampi. Si bien no me hallaba implicado, el exabrupto me molestó sobremanera y decidí contestarle: “Si ese es todo el aporte que puedes hacer a la discusión, habla muy pobremente de vos”.

Mi idea era poner en blanco sobre negro una cuestión que puede ser opinable y la brutalidad desmesurada de la respuesta. A los segundos recibí su respuesta: “Lo que muy pobremente habla de ti es que hayas votado a Macri”. “¡Ah, además de guarango eres adivino eh!” le contesté dejándome llevar por la bronca. Su respuesta no se hizo esperar: “Es fácil, cualquier cabeza de termo que pone en su perfil una foto sacada en la Sociedad Rural, no puede haber hecho otra cosa que votar a Macri.” “Ves lo que son los prejuicios, soy uruguayo” mentí.

Me contestó que de un modo u otro estaba en contra del pueblo si apoyaba los cacerolazos que en contra del gobierno que se planeaban para anoche. Le dije que era un uruguayo – tucumano, y que nuestro país no tenía futuro si se sigue abonando la grieta que nos separa de manera irreconciliable. ¡La Argentina, lo que necesita, es el perdón mutuo de las facciones! No recuerdo que me contestó, pero percibí que aún se revolvía en el odio.

Insistí: Lo hicieron países con sociedades más sufridas y sabias que la nuestra: Alemania, Japón y la España de un millón de muertos. Ellas en un momento dado, decidieron respirar hondo, tragarse los enconos, perdonar todo lo posible y encaminarse hacia un futuro que los contenga a todos.

Después ya no tuve más respuestas de Juampi. En general la palabra perdón disuelve cualquier disputa de esta índole. Es que, siendo evidente que nos necesitamos entre todos, que mi destino está inevitablemente atado al tuyo, aún no estamos maduros para dar el paso hacia el perdón. Parece que aún faltara sufrir, que aún es necesaria más disputa, más dolor, más odio, de un lado y del otro. ¡Necesito de vos, como vos de mí, si continuamos de éste modo nuestro destino es funesto, de disolución, de guerra fratricida, apocalíptico.

 

Estaba metido en estas reflexiones cuando en una revista española online, Zenda, di con un experimento de entrecasa hecho por el escritor Arturo Pérez Reverte, quien, para aliviarse de los embates de la soledad en épocas de cuarentena, llamó a sus amigos y rescató de esas conversaciones frases inspiradoras, frases que sintetizan emociones, frases que añoran el vínculo propio de los humanos.

Comparto algunas: (Arturo Pérez-Reverte @perezreverte) 

“Hablo por teléfono con Juan Gómez Jurado y dice: "Me alegro de tener el perro en casa, porque gracias a él puedo salir unos minutos a ver lo que queda del mundo. Y cuando no trabajo, leo y releo a los clásicos, que es la mejor forma de tomar vitaminas para sobrellevar todo esto".

“Hablo por teléfono con Juan Carlos Monedero y me dice: "Aunque me duele el cuerpo de las criminales tablas de gimnasia que hago en casa para no oxidarme, que no paro, todavía me queda marcha para imaginar que saldremos de todo esto siendo mejores personas".

Hablo por teléfono con Ignacio Camacho, viejo amigo, y me dice: "Me pregunto si la España real se parece más a la de los balcones o a la del Congreso de los Diputados. Y, sobre todo, me pregunto cuál de esas dos Españas prevalecerá cuando todo haya terminado".

“Hablo por teléfono con Manuel Jabois y dice: "Me he afeitado y dejado bigote para que estos días de mierda los recuerde otro. Pienso en mi madre, que curra en un hospital, y hago videollamadas con mi hijo, que al verme el bigote dijo: ¡Por el amor de Dios! Mi hijo tiene 7 años".”

“Hablo por teléfono con José Manuel Sánchez Ron y dice: "Escribo como un poseso para soportar tanto dolor, ineptitud y demagogia política. Y admiro aun más al personal sanitario español, tan reiteradamente puteado por unos y otros. La desgracia también templa el corazón humano".

 

Necesito de ti tanto como tú necesitas de mí. La grieta atenta contra el nosotros inclusivo. Hay heridas que son tan profundas que no se curan con declamaciones partidistas, con actitudes demagógicas, con paliativos económicos, sólo se curan con perdón.

 

    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

sábado, 8 de agosto de 2020

Certidumbre

El camino al cielo no es otro que este que piso.

Ricardo T. Ricci

24 de junio de 2020


Certidumbre (Emily Dickinson)



Yo jamás he visto un yermo
y el mar nunca llegué a ver
pero he visto los ojos de los brezos
y sé lo que las olas deben ser.

Con Dios jamás he hablado
ni lo visité en el Cielo,
pero segura estoy de adónde viajo
cual si me hubieran dado el derrotero.



  

La sensibilidad preciosa de Emily Dickinson, la mismísima sencillez a la hora de transmitir una emoción:

Nunca jamás he tenido la experiencia de un terreno seco, arenoso, infértil. No tengo mucha idea de lo que es la soledad allí donde no hay más nadie. Enormes espacios vacíos moteados por uno que otro vegetal. Eso, a cuatro mil metros de altura sobre el nivel del mar, es la mismísima puna Emily. Nunca la has visto, sin embargo tienes plena conciencia de los ojos de los brezos, una de las pocas plantas que florecen en esos tipos de terrenos yermos, sin vida. Los ojos de esas flores simples, modestas, iluminan esa vasta soledad.

El mar es otro tanto, es la soledad hecha de agua, en su superficie es lo yermo con humedad. No parece haber nada de nada, sin costa a la vista es el mismísimo desierto sin esperanza. Imaginas, supones, dices saber lo que son las olas sin verlas. La variedad de lo variado, una tras otra sin repetirse nunca, exaltación de la espuma. Las olas son los testimonios de la alegría de la soledad al encontrarse de manera patente con toda posibilidad. Flora y fauna de la orilla, dureza inconmovible de los acantilados, revoloteos de gaviotas y pelícanos. Celebración de las focas, delfines y ballenas.

Es la belleza del mar que se expresa en plenitud cuando, por fin, es observado. 

Nuestros sentidos, como dices, no son los caminos hacia Dios. Nos resulta imposible concertar una visita al Cielo, es imposible sorprenderlo.

Dios huye de allí donde lo buscamos, no por Él, por nosotros. Adonde arribamos ya se hizo el vacío. Somos seres sin inteligencia, lo reducimos todo a modelos improcedentes; somos seres sin voluntad, sólo caprichos.

La seguridad del destino parece estar en cada piedrita del camino, parece existir ya aquella con la que tropezaré mañana. En el camino está el obstáculo a salvar, está la brisa para avanzar, está el atajo a evitar, el puente a cruzar y el desconocido para abrazar.

 

¡Vaya paradoja!

Es el camino que desando el mismísimo testimonio de la meta.