La soledad y el mundo de la creación.
"Si escribe lo que usted mismo piensa y siente sinceramente y le interesa...
interesará a otras personas".
Un consejo pertinente de una escritora destacada de no
ficción y divulgación científica. Una bióloga marina
comprometida, fundadora del conservadurismo ambiental y la ecología.
Efectivamente la tarea de escribir es solitaria. El escritor opera permanente con las ideas de otros, las recombina y las transmuta en ideas propias.
En el silencio de la soledad, en ese terreno
abonado por tantas lecturas, ese sitio frecuentado por tantos precursores que,
a modo de insistentes fantasmas, aportan viejos materiales con los que se
intentan nuevas construcciones.
Usando materiales antiquísimos, armonizándolos
con otros ingredientes insospechados surgidos de la memoria, con noticias de
último momento y con la imaginación creadora, surge la novedad original,
adquiere brillo la singularidad.
Es en ese espacio donde importa lo que al autor piensa y
siente, donde sinceramente surge lo que le interesa. Eso que apasiona al autor
tomará tal forma expresiva, tal brillo de originalidad, y tanta sinceridad, que
será una invitación desnuda, un convite lanzado al mar en una botella, una
ofrenda de intimidad.
Debo escribir de mis amores, de mis tesoros, de mis
pasiones, mis miedos y mis redenciones. A ese terreno nuevo, totalmente
novedoso, está invitado aquel que encuentre en el mismo su hogar, sólo por un
tiempo.
Luego ¡a crear el suyo propio!
“Escribir es una
ocupación solitaria en el mejor de los casos. Por supuesto, existen
asociaciones estimulantes e incluso felices con amigos y colegas, pero durante
el trabajo real de creación, el escritor se separa de todos los demás y se
enfrenta solo a su tema. Él se muda a un reino donde nunca antes había estado,
tal vez donde nadie haya estado nunca. Es un lugar solitario, incluso un poco
aterrador.”[3]