sábado, 8 de agosto de 2020

Certidumbre

El camino al cielo no es otro que este que piso.

Ricardo T. Ricci

24 de junio de 2020


Certidumbre (Emily Dickinson)



Yo jamás he visto un yermo
y el mar nunca llegué a ver
pero he visto los ojos de los brezos
y sé lo que las olas deben ser.

Con Dios jamás he hablado
ni lo visité en el Cielo,
pero segura estoy de adónde viajo
cual si me hubieran dado el derrotero.



  

La sensibilidad preciosa de Emily Dickinson, la mismísima sencillez a la hora de transmitir una emoción:

Nunca jamás he tenido la experiencia de un terreno seco, arenoso, infértil. No tengo mucha idea de lo que es la soledad allí donde no hay más nadie. Enormes espacios vacíos moteados por uno que otro vegetal. Eso, a cuatro mil metros de altura sobre el nivel del mar, es la mismísima puna Emily. Nunca la has visto, sin embargo tienes plena conciencia de los ojos de los brezos, una de las pocas plantas que florecen en esos tipos de terrenos yermos, sin vida. Los ojos de esas flores simples, modestas, iluminan esa vasta soledad.

El mar es otro tanto, es la soledad hecha de agua, en su superficie es lo yermo con humedad. No parece haber nada de nada, sin costa a la vista es el mismísimo desierto sin esperanza. Imaginas, supones, dices saber lo que son las olas sin verlas. La variedad de lo variado, una tras otra sin repetirse nunca, exaltación de la espuma. Las olas son los testimonios de la alegría de la soledad al encontrarse de manera patente con toda posibilidad. Flora y fauna de la orilla, dureza inconmovible de los acantilados, revoloteos de gaviotas y pelícanos. Celebración de las focas, delfines y ballenas.

Es la belleza del mar que se expresa en plenitud cuando, por fin, es observado. 

Nuestros sentidos, como dices, no son los caminos hacia Dios. Nos resulta imposible concertar una visita al Cielo, es imposible sorprenderlo.

Dios huye de allí donde lo buscamos, no por Él, por nosotros. Adonde arribamos ya se hizo el vacío. Somos seres sin inteligencia, lo reducimos todo a modelos improcedentes; somos seres sin voluntad, sólo caprichos.

La seguridad del destino parece estar en cada piedrita del camino, parece existir ya aquella con la que tropezaré mañana. En el camino está el obstáculo a salvar, está la brisa para avanzar, está el atajo a evitar, el puente a cruzar y el desconocido para abrazar.

 

¡Vaya paradoja!

Es el camino que desando el mismísimo testimonio de la meta.     

 

viernes, 24 de julio de 2020

¡Metiendo la pata hasta el final!

“Meter la pata

Ricardo Teodoro Ricci (riccirt@fm.unt.edu.ar)

24 de julio de 2020


“Vivir una vida cometiendo errores no es sólo más honorable, sino más útil que vivir una vida haciendo nada.”

George Bernhard Shaw

  

Jennifer Egan[1] sobre la escritura, la trampa de la aprobación y el consejo más importante para los aspirantes a escritores:

 

"Solo puedes escribir regularmente si estás dispuesto a escribir mal... Acepta la mala escritura como una forma de “cebar la bomba”, un ejercicio de calentamiento que te permitirá escribir bien".

 


Es el mejor de los consejos para quien se inicia en la escritura, o para quien desea iniciarse en cualquier actividad de la vida.

 

¡Vamos Topo a dar tu primer paso! Y el Topo se cae sentado sobre sus pañales. ¡Arriba que vamos de nuevo! Una y otra vez la fuerza de gravedad y la seguridad del gateo, tientan al Topo a no modificar la situación. Es preferible permanecer en la zona de confort, se dice para sí. Una y otra vez se para, intenta, se cae, se frustra.

¡Vamos de nuevo con la ayuda de papá! ¡Y el 23 de noviembre de 2003, siendo las 11 horas, 47 minutos, dio su primer paso! Festejos, escándalo, filmaciones. ¡Se cayó inmediatamente! No importa, dio su primer paso, ahora no lo parás más.

Con la bici pasó lo mismo, con la natación algo similar. Con las sumas, las restas, con el sujeto y el predicado. Con las ecuaciones y los logaritmos, las rimas, la clorofila y el electrón. Siempre pasó lo mismo, ¡no puedo, hasta que puedo!

Entre el querer y no poder, y el poder hacer medianamente aceptable, hay un territorio peliagudo que hay que transitar con voluntad y determinación. Un duro camino de agua con gusto a cloro y rodillas magulladas. Una senda en donde el esfuerzo cosecha una sarta de metidas de pata. Donde el ensayo siempre termina en error hasta que esa tendencia se invierte convirtiéndose en el gozo de poder, en la celebración del logro.

 

Esto, palabras más palabras menos, es a lo que nos invita Egan.

Si deseas escribir, ¡escribe! Habrá numerosas metidas de pata que te servirán para “cebar la bomba”. Observa el hermoso juego de las metáforas que te alientan a intentarlo una y otra vez.

¡Mete la pata que ya podrás sacarla del barro! Ceba la bomba que sólo cuando está bien cebada puede darnos agua.

 

Después de todo no hay nada más honorable y útil para vivir que cometer y enmendar nuestros errores.     


miércoles, 15 de julio de 2020

La organización de la Psiquis infantil.


“Esplendido regalo de amor”

“Niño de rostro sereno y apacible
De ojos de mil maravillas soñadores.
Aunque el tiempo se vaya desvaneciendo
Y la vida nos aleje uno del otro
Tu cándida sonrisa seguirá clamando a voces
El espléndido regalo de amor de un cuento de hadas.”[1]


Acabo de comprender la pasión que mi amigo tenía por los cuentos de hadas. Se los contaba a cuanto niño tenía a su alcance, especialmente a sus propios hijos, sobrinos y nietos. A esos niños pequeños les brillaban los ojos llenos de atención y expectativas, permanecían como petrificados mientras la historia se desarrollaba.
Hasta se inventó una saga privada, exclusiva para los pequeños integrantes de su tropa: “Los patas sucias”. Trataba de una tribu de niños mezcla de indios Sioux con aventureros infantiles contemporáneos que, a bordo de trenes fantásticos desarrollaban atractivas y ‘peligrosas’ aventuras en la frontera de Santiago del Estero y Tucumán. Velocidad, intriga, lealtad a prueba de todo, compañerismo, valentía y secreto, eran algunos de los ingredientes infaltables de esas largas veladas literarias.
En la medida que la población de nietos (indios) iba creciendo, los nuevos bebés se iban incorporando de pleno derecho a “Los patas sucias”; el pie pintado con la tinta indeleble del registro civil era el testimonio de ese sencillo rito de iniciación.  Con sus rostros serenos los niños, como en un encanto, escuchaban las aventuras que él improvisaba discrecionalmente sin otro límite que el de la mismísima bondad.



Bruno Bettelheim, destacado psicoanalista europeo, en su hermoso libro “Psicoanálisis de los cuentos de hadas”, defiende y recomienda enfáticamente la narración de éstos a los niños.  Decididamente adopta una postura abiertamente contraria a “aquellos que, movidos por una ignorante y mezquina racionalidad, insisten en censurar o proscribir estas historias privando así a los niños de las importantes contribuciones que los Cuentos de Hadas pueden prestar  a sus vidas.
Por su parte G. K. Chesterton y C. S. Lewis (también citados por Bettelheim) estaban convencidos que los Cuentos de Hadas son “exploraciones espirituales” y que “revelan la vida humana desde el interior”.
Al igual que los mitos, los Cuentos de Hadas tienen una función organizadora de la psiquis infantil. Colaboran, de manera apacible y protegida con el ordenamiento y la comprensión de los sentimientos ambivalentes y complejos que los niños presentan hacia sus padres y los adultos en general.

En la antigua India el médico iniciaba su terapéutica narrando una historia al paciente esperando a que éste, en la contemplación de la historia acomodara sus angustias y mediante la esperanza encontrara un camino hacia una realidad diferente. En la actualidad se consolida cada vez más un movimiento iniciado en medicina por la Dra. Rita Charon denominado Medicina Narrativa. Básicamente consiste en que el paciente narre con detalles su historia, que inserte en ella la patología actual, la vincule, la relacione, y la haga parte de un relato con continuidades y discontinuidades. De ese modo el paciente toma posesión de su historia y de su enfermedad, se apropia de su circunstancia otorgándole un sentido.

El médico, por su parte hace otro tanto introduciendo la historia del paciente en un cuerpo narrativo detallado en el cual se explican las causas posibles de la enfermedad, sus factores coadyuvantes, etc. Visualiza el estado actual como un fenómeno complejo enmarcado temporalmente, y entrevé el pronóstico como derivas posibles de senderos que se bifurcan. Esta configuración efectuada por el médico, tiene muchas chances de  ejercer un notable efecto positivo sobre el estado del paciente, permitiéndole a este hacer una re significación y abrirle las puertas a la esperanza. Como todo relato organiza el caos, conforma un nuevo cosmos.

Rita Charon lo dice con claridad: “La historia es lo que activa al médico en cascadas de cambios enzimáticos. La historia es el ligando que me pone en acción: mis recuerdos, mis sueños, mis asociaciones, mi entendimiento, mi habilidad cognitiva, mis habilidades manuales, mi diagnóstico diferencial, mi conocimiento de qué hacer luego, mi comprensión de los efectos colaterales de la medicina, mi decisión de iniciar insulina, mi decisión de agregar otro agente oral, mi compromiso con este paciente, mi decisión de ayudar a que mejore, mi interés, mi estima, mi amor. La historia es el ligando.” [2]  

Siendo géneros similares, los Cuentos de Hadas difieran de las fábulas y los mitos. La fábula tiene un mensaje moral expresado en la enseñanza final o moraleja, el mito por su parte, en su función organizadora y significante de la realidad, presenta las acciones de un héroe que el oyente o lector debe imitar. El Cuento de Hadas, en cambio no exige nada, proporciona orden, seguridad, perspectivas de futuro y mantiene siempre la promesa de un final feliz.
A estos rasgos que constituyen los elementos característicos y diferenciales de los Cuentos de Hadas Lewis Carroll, el creador de Alicia en el País de las Maravillas, les llamó “Regalo de Amor”. Este detalle, como lo señala Bettelheim en la obra citada, es la característica propia y diferencial de los Cuentos de Hadas.

Como el Cuento de Hadas es un relato fantástico y efectúa una distorsión de la realidad, es conveniente que sea narrado por alguien en quien el niño confíe y por quien le ofrezca la seguridad de la contención y del amor. Claramente no es lo mismo leer un cuento de hadas que escucharlo narrado con énfasis, animadamente, con amor. Yo agregaría: con algunos efectos especiales como gruñidos, temblores, cambios de iluminación, risas satánicas y demás

Yo mismo he sido testigo de las caritas y los ojos de asombro de mis hijos pequeños cuando les leía “Corazón” de Edmundo D’Amicis. Juntos fuimos héroes con “El pequeño vigía lombardo”, enamorados de nuestra tierra con “El pequeño patriota paduano” y viajeros heroicos en la fantástica travesía “De los Apeninos a os Andes”. Como no identificarse con Garrone, quien se ha ganado el cariño de todos ya que defiende a los más débiles y la justicia y con su gran dolor al morir su mamá.
Una inolvidable y enriquecedora experiencia para mí; ellos, ahora que son padres, tienen la misma impresión.




[1] Lewis Carroll, citado por Bettelheim, Bruno en “Psicoanálisis de los cuentos de hadas” Editorial Crítica, Barcelona España, 1977.

miércoles, 10 de junio de 2020

Los Payasos

I pagliacci

Ricardo T. Ricci.

3 de mayo de 2020

 

No hay dolor más doloroso que el dolor del payaso.

No hay tristeza más triste que la tristeza del payaso.

No hay disfraz más burdo y patético que el del payaso.

Sombreros, moños y los zapatones, rústicos, groseros.


  

No hay lágrima más amarga que la lagrima del payaso.

No hay sonrisa más desolada que la sonrisa del payaso.

No hay maquillaje más apenado que el del payaso.

Los niños intuyen que en el fondo sólo hay desconsuelo.

 

No hay nostalgia mayor que la nostalgia del payaso.

Mirada más tierna y melancólica que la del payaso.

La alegría verdadera prefiere no disfrazarse de payaso.

El gozo, la diversión, el consuelo huyen lejos del payaso

 

No hay soledad más sola que la del payaso.

No hay congoja que angustie más que la del payaso.

No hay abandono, no hay olvido como los del payaso.

Payaso eres el espejo fiel del ser humano, su advertencia.


 

Nadie me duele más que los payasos.

Risa, llanto, temblor, todo en uno en el payaso.

Añoro las risas sin máscaras y la alegría sin disfraz.

Te aguardo, payaso, con la cara limpia y el corazón puro.

 



No hay amor mas desdichado que el del payaso.

No hay desdicha mayor que el amor del payaso.

 

Quiero ayudarte a cerrar las heridas de tu alma.

Me maquillo entero y comienzo ya con las piruetas

si eso inicia tu consuelo, si por compartir calmas tu pena.

Estoy sin zapatones pero se de andar con ellos,

Te abrazo con el alma sin maquillar, payaso.


jueves, 28 de mayo de 2020

Soledad y espacio creador.


La soledad y el mundo de la creación.


Rachel Carson[1] sobre la escritura y la soledad del trabajo creativo[2]:

"Si escribe lo que usted mismo piensa y siente sinceramente y le interesa... interesará a otras personas".



Un consejo pertinente de una escritora destacada de no ficción y divulgación científica. Una bióloga marina comprometida, fundadora del conservadurismo ambiental y la ecología.











Efectivamente la tarea de escribir es solitaria. El escritor opera permanente con las ideas de otros, las recombina y las transmuta en ideas propias. 
En el silencio de la soledad, en ese terreno abonado por tantas lecturas, ese sitio frecuentado por tantos precursores que, a modo de insistentes fantasmas, aportan viejos materiales con los que se intentan nuevas construcciones. 

Usando materiales antiquísimos, armonizándolos con otros ingredientes insospechados surgidos de la memoria, con noticias de último momento y con la imaginación creadora, surge la novedad original, adquiere brillo la singularidad.

Es en ese espacio donde importa lo que al autor piensa y siente, donde sinceramente surge lo que le interesa. Eso que apasiona al autor tomará tal forma expresiva, tal brillo de originalidad, y tanta sinceridad, que será una invitación desnuda, un convite lanzado al mar en una botella, una ofrenda de intimidad.

Debo escribir de mis amores, de mis tesoros, de mis pasiones, mis miedos y mis redenciones. A ese terreno nuevo, totalmente novedoso, está invitado aquel que encuentre en el mismo su hogar, sólo por un tiempo.

Luego ¡a crear el suyo propio!
    
“Escribir es una ocupación solitaria en el mejor de los casos. Por supuesto, existen asociaciones estimulantes e incluso felices con amigos y colegas, pero durante el trabajo real de creación, el escritor se separa de todos los demás y se enfrenta solo a su tema. Él se muda a un reino donde nunca antes había estado, tal vez donde nadie haya estado nunca. Es un lugar solitario, incluso un poco aterrador.”[3]






domingo, 24 de mayo de 2020

Una herramienta para saber quiénes somos


Pildoritas de literatura I

Ursula K. Le Guin sobre arte, narración de cuentos y el poder del lenguaje para transformar y redimir[1]

"Una de las funciones del arte es dar a las personas las palabras para conocer su propia experiencia... La narración de historias es una herramienta para saber quiénes somos y qué queremos".[2]

¡Se puede decir tanto con tan pocas palabras!

El arte, la narración, viejos modos humanos de darle un orden al caos, de construir un cosmos. Las imágenes concretadas con esas pinceladas de narraciones dieron origen a la leyenda, al mito, al sueño. Palabras que nos acunan para que podamos relajarnos en medio de tanta perplejidad.

Las historias enseñan el camino y aseguran la posibilidad de un cambio. La concreción del cambio que ya se había gestado en la imaginación del escritor, del guía. La redención asegurada por la palabra desde antes que fuéramos, el lenguaje que se reserva la potestad de transformar el abajo en arriba; las tinieblas en luz, el final en comienzo.


Algunas funciones del arte:

Brindarte generosamente las palabras para que puedas ponerle nombre a tu experiencia, para que relatándola la hagas memorial, para que viéndola o escuchándola la hagas patente delante de ti. Las palabras son tu Virgilio y tu Beatriz.

La narración de historias pone ante ti realidades ajenas que te muestran tal como eres, permiten que te compares, que te definas. Ponen ante ti un prototipo solo percibido por vos al cual por amarlo te podrás parecer, o aborreciéndolo te podrás diferenciar.

¿Es posible que alguien sepa decirme lo que quiero…? Pues sí, porque no lo sabes todo, porque tu mundo es siempre pequeño comparándolo con el mundo, porque la realidad que tu candela ilumina es despreciable comparada con la realidad, porque eso a lo que llamas música son dos o tres acordes de la gran sinfonía.

El lenguaje es la puerta al mundo, a la realidad, la catástrofe y la armonía. A él te llevará tu voluntad siempre y cuando hayas tenido noticias desde allí y por las palabras vislumbres el inicio de una senda.

Ricardo T. Ricci  

jueves, 7 de mayo de 2020

El palacio de la Justicia


Un despreciable insecto en busca de justicia.
Ricardo T. Ricci, 27 de abril de 2019






Sí, la citación era para hoy, de eso estoy seguro. ¿Cómo será? ¿Declaré? ¿Me advertirán que debo decir la verdad y sólo la verdad? 
Por las dudas saco el papel de mi bolsillo. Cuesta leerlo por la cantidad de arrugas y pliegues que tiene. ¡Lo he visto y lo he vuelto a guardar tantas veces! 
En este acontecimiento y en este día me va la vida. Confirmada la citación y corroborada la fecha y el horario, levanto mi mirada ante el majestuoso portalón de entrada. Se debe guardar algo sagrado adentro de este edificio, el portón de hierro forjado con rejas y retorcidas volutas ornamentales así lo atestigua. Uno percibe en grado de certeza, que lo que allí se encuentra es materia preciosa. Inmediatamente detrás de fortificado ingreso me enfrento con un monstruo realmente atemorizante. Es la enorme escalera de entre dieciocho y veinte metros de ancho, que asciende señorial y portentosa hasta lo que sería el tercer piso de un edificio actual, de esos comunes. Los conté después, son 42 escalones, todos de mármol que han resistido majestuosamente el paso de los tiempos y los miles de desventurados como yo. El común de los mortales mira hacia arriba y se siente amedrentado por tanta altura, tanto recorrido, tanto trayecto venerable.

Me siento un insecto ante lo sacrosanto, un gorgojo ante la mismísima majestad de lo imperecedero. Atemorizado y empequeñecido, no me animo a transitar en mi diminuta soledad, este trayecto solemne que parece reservado sólo para los iniciados.

En ese momento llega el Dr. Rapazini, me toca el hombro con familiaridad y displicencia. Me dice que el encuentro es arriba. Mientras le pregunto a mi pie izquierdo si se va a animar a pisar el primer escalón, él ya ha recorrido por lo menos una decena a los saltitos, avanzando de dos en dos. “¡Vamos!” Me alienta. “No se achique compadre que no muerde.”
Después de un ascenso reverencial, paso a paso, lentamente, llego agitado, más por la ansiedad que por el esfuerzo, al piso superior.

“Miré, aquí presentamos el escrito, en la Fiscalía en lo Civil, Comercial y del Trabajo I. Firme acá y ya está desocupado. Ya hablé con Carlos, el fiscal y nos espera Roberto, el juez para concluirlo todo. No se preocupé, todo está convenido y arreglado, lo llamo cuando esté lista la sentencia.”

Me quedo mudo, digo adiós con un gesto casi imperceptible y me encamino perplejo hacia el precipicio. Nuevamente me enfrento a la grandiosa, y ahora inversa perspectiva de la escalera, me toca tener el atrevimiento de descender al mundo de la vida. Por un lado me siento acobardado y misérrimo, por otro sé que de ese modo y sólo de ese modo, dejaré atrás la ridícula solemnidad de los Tribunales de Justicia de Tucumán.

Me alejo aliviado del ostentoso y vacío de sentido, “Palacio de Justicia”.