“Clavar la Guampa”
Ricardo T. Ricci, sábado Santo de 2020.
La frase “Clavar la Guampa” es, naturalmente, una expresión
de origen rural, usada con cierta regularidad en el Cono Sur de América. En principio, el vocablo "guampa"
deriva del quechua, wakkhra ,"cuerno", o sea la
prolongación ósea que se desarrolla en la testuz – en algunos casos la región
frontal, en otros la nuca - de ciertas especies animales. Llevándola al criollo
moderno: agachar la cabeza, capitular.
Como todas las expresiones de este tipo es altamente
polisémica, el uso le asigna varios significados. Esa variedad va desde morir,
clavó la guampa, se murió; hasta rendirse o claudicar. Con un sentido u otro,
clavar la guampa, hace referencia a la interrupción brusca de un proceso. Es
decir, algo llevaba una dirección determinada, se comportaba regularmente de un
cierto modo, y de pronto, eso cambió.
Un ejemplo práctico sería: Venía todo bien, nos metimos en
un crédito para comprar la casa, hicimos la compra en cuotas de algunos
muebles, de pronto vino esta maldita inflación que nos hizo clavar la guampa.
Nos golpeo, nos frenó, nos hizo rendir, claudicamos, se terminó.
Esa expresión me vino a la cabeza cuando ayer vi esta foto:
Para el cristiano, en realidad para toda persona que tiene
fe en una deidad, en un ser superior y trascendente, clavar la guampa no es,
mejor: no debiera ser, una actitud excepcional. La criatura humana, se rinde
ante la evidencia de lo omnipotente, acata los designios de la voluntad
sobrenatural, se rinde ante lo inexplicable, reconoce lo inteligible del
misterio, se doblega ante la abrumadora existencia del Amor. Clava la guampa
ante lo que lo sobrepasa, se reconoce inferior, necesitado, menesteroso.
Por el contrario, para el hombre moderno tiene la
connotación de derrota, de fracaso. Es un fatal reconocimiento del límite de la
racionalidad egocéntrica, la humillante capitulación ante lo que se le escapa
de las manos, lo que está más allá de su control.
La fotografía del papa postrado ante el Hijo clavado en la
cruz es muy potente, demoledora. “La
croce è la cattedra di Dio”, dijo él mismo en estos días.
Un sometimiento
en soledad, en la soledad de la primera pandemia de la era global. El COVID –
19 ha expuesto al ser humano a su más cruda realidad. Le ha puesto un espejo en
el que se ve pobre, limitado, enfermo, miedoso, indefenso, restringido. ¡Qué
paradoja! Le ha puesto el ropaje del migrante en su propio hogar, le ha
recordado la intemperie bajo su propio techo, lo ha hecho un peregrino de su
propio interior.
¡Ha evidenciado en carne viva la igualdad de los iguales!
Clavar la guampa es lo propio del cristiano. Sabe que sin Él
nada puede hacer, que si el sarmiento no permanece unido a la vid se muere, que
si la tormenta arrecia contra la barca, el miedo lo puede, lo derrota; que si
se ve arrinconado niega o traiciona. Para los hermanos del Hijo, clavar la
guampa no es derrota, rendición ni muerte. Es ganancia, humildad y
resurrección.
La postración del viejo hombre de rojo, es el mensaje de
esperanza del hombre para el hombre. Clavar la guampa no es rendirse, es
humillarse hasta el mismísimo polvo para vivir en la Verdad.
Él mismo agregó hoy en la Vigilia Pascual: “Nosotros, peregrinos en busca de esperanza, hoy nos aferramos a Ti,
Jesús Resucitado. Le damos la espalda a la muerte y te abrimos el corazón a Ti,
que eres la Vida”.
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