sábado, 11 de abril de 2020

¡Feliz Pascua!


“Clavar la Guampa”
Ricardo T. Ricci, sábado Santo de 2020.


La frase “Clavar la Guampa” es, naturalmente, una expresión de origen rural, usada con cierta regularidad en el Cono Sur de América.  En principio, el vocablo "guampa" deriva del quechua, wakkhra ,"cuerno", o sea la prolongación ósea que se desarrolla en la testuz – en algunos casos la región frontal, en otros la nuca - de ciertas especies animales. Llevándola al criollo moderno: agachar la cabeza, capitular.

Como todas las expresiones de este tipo es altamente polisémica, el uso le asigna varios significados. Esa variedad va desde morir, clavó la guampa, se murió; hasta rendirse o claudicar. Con un sentido u otro, clavar la guampa, hace referencia a la interrupción brusca de un proceso. Es decir, algo llevaba una dirección determinada, se comportaba regularmente de un cierto modo, y de pronto, eso cambió.

Un ejemplo práctico sería: Venía todo bien, nos metimos en un crédito para comprar la casa, hicimos la compra en cuotas de algunos muebles, de pronto vino esta maldita inflación que nos hizo clavar la guampa. Nos golpeo, nos frenó, nos hizo rendir, claudicamos, se terminó.

Esa expresión me vino a la cabeza cuando ayer vi esta foto:

  
Para el cristiano, en realidad para toda persona que tiene fe en una deidad, en un ser superior y trascendente, clavar la guampa no es, mejor: no debiera ser, una actitud excepcional. La criatura humana, se rinde ante la evidencia de lo omnipotente, acata los designios de la voluntad sobrenatural, se rinde ante lo inexplicable, reconoce lo inteligible del misterio, se doblega ante la abrumadora existencia del Amor. Clava la guampa ante lo que lo sobrepasa, se reconoce inferior, necesitado, menesteroso.

Por el contrario, para el hombre moderno tiene la connotación de derrota, de fracaso. Es un fatal reconocimiento del límite de la racionalidad egocéntrica, la humillante capitulación ante lo que se le escapa de las manos, lo que está más allá de su control.

La fotografía del papa postrado ante el Hijo clavado en la cruz es muy potente, demoledora. “La croce è la cattedra di Dio”, dijo él mismo en estos días.

Un sometimiento en soledad, en la soledad de la primera pandemia de la era global. El COVID – 19 ha expuesto al ser humano a su más cruda realidad. Le ha puesto un espejo en el que se ve pobre, limitado, enfermo, miedoso, indefenso, restringido. ¡Qué paradoja! Le ha puesto el ropaje del migrante en su propio hogar, le ha recordado la intemperie bajo su propio techo, lo ha hecho un peregrino de su propio interior.
¡Ha evidenciado en carne viva la igualdad de los iguales!

Clavar la guampa es lo propio del cristiano. Sabe que sin Él nada puede hacer, que si el sarmiento no permanece unido a la vid se muere, que si la tormenta arrecia contra la barca, el miedo lo puede, lo derrota; que si se ve arrinconado niega o traiciona. Para los hermanos del Hijo, clavar la guampa no es derrota, rendición ni muerte. Es ganancia, humildad y resurrección.

La postración del viejo hombre de rojo, es el mensaje de esperanza del hombre para el hombre. Clavar la guampa no es rendirse, es humillarse hasta el mismísimo polvo para vivir en la Verdad.

Él mismo agregó hoy en la Vigilia Pascual: “Nosotros, peregrinos en busca de esperanza, hoy nos aferramos a Ti, Jesús Resucitado. Le damos la espalda a la muerte y te abrimos el corazón a Ti, que eres la Vida”.

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