La edad madura.
Ricardo
T. Ricci
SMT.
11 de enero de 2019
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Felizmente
las obras de arte, como la vida, están abiertas a las más diversas
interpretaciones. A la vida se le da por premiar o castigar esas
interpretaciones, creo, que por ahora, a las obras de arte no.
Por
eso, careciendo de toda formación en artes plásticas y valiéndome exclusivamente
de mi sentido estético, me atrevo a comentar “La edad Madura” una hermosa
escultura de Camille Claudel terminada allá por el año 1895. Tardó en hacerse
pública, mucho más en hacerse famosa. Justamente parece ser víctima de un
problema de interpretación, privado primero y público después.
Se
las presento, ahora se encuentra en el museo de Orsay en París, Francia:
La
obra es de una época muy particular en la vida de Camille, también en la de su
amante Auguste Rodin. Ella era muy joven, se había convertido en alumna y
amante de su maestro a muy temprana edad, cuando él ya se encontraba en la
cuarentena avanzada. Disfrutaron de temporadas más o menos prolongadas de un
amor tan apasionado como secreto. La relación estuvo signada por un intenso
erotismo, una pronunciada asimetría del poder y una marcada egolatría. Mientras
se mantenía esta relación que para Camille era única, el escultor tenía un
compromiso afectivo muy diferente. Fue un mujeriego empedernido, de promesa fácil
y cumplimientos diferidos. Mantuvo a lo largo de los años una amante ‘oficial’,
Rose Beuret, con la que finalmente se casó poco antes de morir ella algunos
años después. De este modo Rose es la mujer que compite con Camille y la que
resulta finalmente favorecida. Rodin abandona a Camille, una genial escultora,
una bella y apasionada mujer, para continuar hasta el fin su relación con Rose Beuret,
una mujer de carácter más dócil y servil. La encargada de preparar en estado
óptimo, los modelos de Rodin. Un detalle
que no puede pasar desapercibido es que Camille fue inducida a abortar un
tiempo antes de que se inicie el proceso de distanciamiento.
Una mezcla
explosiva de celos, erotismo, egoísmo, embarazo inoportuno, frenesí, capricho,
imprudencia y quién sabe que otros aditamentos, desencadenó el infierno de
Camille.
Cuando
contemplo la obra escultórica con un conocimiento, seguramente incompleto, pero
global de la vida de Camille, me surgen interpretaciones por demás interesantes
y sugestivas. La historia parece estar a favor de que La edad Madura fue una
obra bisagra. Antes de ella, pacto de amor luego de ella, ruptura, soledad y
encierro de Camille en su casa atelier. Parece ser bisagra también para que
Camille pase del estado de relativa salud psíquica, a una sistemática manía con
rasgos persecutorios y de grandeza que motivó, al menos como pretexto, una
internación en el manicomio que se prolongó durante 30 años hasta su muerte a
los 78 años. Una historia tan desproporcionada
que llama profundamente la atención, que invita a observar y ocuparse de
los detalles, que amenaza con permanecer para siempre en el misterio. Intentaré
regresar a este tema al final de esta nota.
Mi aventurada
interpretación: En la obra una joven trata de retener consigo a un hombre envejecido que
es atraído hacia sí por una mujer de edad similar que lo toma con fuerza y
parece susurrarle algo al oído. El vuelo de las ropas con el viento le da a la
escena no solo dramatismo sino dinamismo. Una disposición hacia el futuro que
se muestra irremediable y a la vez, vertiginosa. La actitud de la joven es
implorante y su desnudez parece expresar sensualidad y a la vez desamparo,
exposición, miedo. Podríamos pensar que la mujer susurrante representa a Rose
que atrae hacia si a su codiciado hombre. A mis ojos también parece representar
a la mismísima muerte que, interesada también, lo arrastra hacia un destino
inexorable El hombre, no tiene la prominente barba de Rodin, por el contrario
es un individuo enflaquecido, piel y huesos, los restos de un hombre que fue.
¿La pasión lo secó? ¿Lo que la mujer / muerte lleva para sí es solo lo que
queda, un despojo? No lo sé.
Lo
que parece evidente es que la jovencita que implora de rodillas tiene todas las
de perder. Parece estar destinada a quedarse sola, sin amparo, a la intemperie.
Parece mostrarse aún deseosa del hombre acabado, avergonzada por haberle dado
todo, su buen nombre y virtud. Su actitud demuestra un apego que acaso
interprete como el único resguardo ante la intemperie, la soledad y la cruda
exposición a la hipócrita ‘moral social’.
Después
de esto. Camille Claudel, brillante escultora, mujer bella y reconocida como un
genio en su arte, distanciada de su familia que la considera pecadora y
promiscua, se amuralla en su casa – atelier rodeada de infinidad de gatos. En
ataques de furia destruye sus propias obras, incluso unos bustos de niños de
recién nacidos a los cuales se dedicó luego de su nefasta decisión de hacer
lugar a los pedidos de su egocéntrico y descomprometido amante. No salió de su
casa durante un período de cuatro años. La razón que esgrimía es que debía
cuidar su obra de los enviados de Rodin que por la noche entraban por las
ventanas para robarlas y copiarlas, para que el escultor luego, se atribuyera
su autoría. De su departamento la buscaron para encerrarla en un manicomio de
parías primero y luego con el pretexto del comienzo de la Primera Guerra, en un
asilo para locos cerca de Avignon. Allí luego de treinta años de ininterrumpido
encierro, murió indignamente.
Hipótesis.
Camille
se encierra por miedo, por pánico a la sociedad y los espacios abiertos.
Actualmente diríamos agorafobia. Es que estoy obsesionado por explicar el
motivo por el que una mujer en la flor de la edad, que no muestra rasgos de
estar desquiciada, que persiste lúcida e inteligente, resiste estas instancias
infernales. Ella misma afirma no soportar más los gritos, las risotadas
estentóreas, las manifestaciones físicas extremas. Llama la atención que no
haya intentado fugarse ni una sola vez. Espera ansiosamente que su hermano, su
madre o el médico le permitan salir de ese lugar de tortura para llevarla a su
casa, al menos al hospital Sainte Anne
famoso neuropsiquiátrico de París. En su ansiedad de libertad, parece
conformarse con una emancipación condicionada, limitada, sólo parece desear un
encierro más confortable.
Durante
su estadía el Montverges no es calificada como una persona agresiva, interactúa
con los médicos de manera frontal, con un lenguaje fluido y absoluta
coherencia, no requiere medicación ni cuidados especiales. El mismo equipo
médico recomienda a sus familiares la extern ación. ¿Por qué se avino, en contra
de su voluntad, a permanecer allí hasta que ‘alguien’ la saque? ¿Tendrá que ver
con la desprotección y la ansiedad con que la jovencita de “La edad madura”
implora no quedar sola?
“Alcanzada su madurez, el
hombre está vertiginosamente atraído por la edad, mientras tiende una inútil
mano hacia la juventud. Las figuras desnudas están envueltas en drapeados que
acentúan la rapidez de la marcha. Las grandes oblicuas convergen en
perspectiva.”[1]
Su hermano Paul, eximio escritor consigna en su
pequeña obra llamada “Mi hermana Camille”: "Mi
hermana Camille, Implorante, humillada a rodillas, esta soberbia, está
orgullosa, y saben lo que se desprende de ella, en este mismo momento, delante
de su mirada, es su alma".[2]
Por
ahora no he hallado el camino para comprobar mi hipótesis. Esos treinta años de
pasividad obediente en una mujer de su carácter, me desvelan. Las numerosas
cartas que escribió en ese período muestran su coherencia, persiste en el
delirio persecutorio pero su aparato cognitivo y emocional parecen estar
indemnes. No puedo explicarme por qué, en uno de esos paseos por las montañas
cercanas a Avignon, no se mandó a mudar soltando definitivamente la mano que,
seducida por la Parca, intentaba alejarse de ella.
[1]
Comentario acerca de la estatua en la página web del Museo de Orsay. https://www.musee-orsay.fr/es/colecciones/obras-comentadas/busqueda/commentaire_id/la-edad-madura-2377.html?no_cache=1
[2]https://www.researchgate.net/publication/298194304_Ma_Soeur_Camille_The_life_and_oeuvre_of_Camille_Claudel_as_seen_through_the_diary_of_her_brother_Paul_Claudel
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