El correo vintage.
Ricardo T. Ricci
Ayer me decías que nadie te entiende cuando escribes un
correo o un mensaje de texto en el que preguntas, solicitas algo o propones un
plan de acción. Con frecuencia he oído quejarte porque
Fulanito o Menganito no tienen la capacidad de entenderte o no son lo
suficientemente despiertos. Protestas porque tienes tanta tecnología a
disposición y las comunicaciones son tan ágiles, que el ser humano ha quedado
rezagado, a tu juicio. La mensajería actual parece funcionar bien mientras los
contenidos son breves, escasos o con emoticones. Pululan los OKs, los Likes y
se dan por sobrentendidas muchas porciones de la comunicación. Para un e-mail,
o un mensaje relativamente formal, las cosas son diferentes. Cuando se quiere
aplicar el intercambio limitado y espasmódico a cuestiones que requieren más
información, ocurren los fracasos de los que tanto te quejas.
Sin que me lo hayas pedido explícitamente te voy a dar
algunos consejos que son como las lentejas de la abuela, si quieres te las
comes y si no, las dejas. Al final te voy a contar quien me los ha soplado en
el oído.
1. Cuando inicias
una conversación es conveniente hacer alguna referencia a un encuentro
anterior, a algún intercambio anterior, incluso a un tema tratado con tu
interlocutor en una ocasión previa. Es una gran cortesía ofrecerle a tu
interlocutor una pista concreta respecto del tema o el tenor de la conversación
textual que está por comenzar.
Carlitos querido, te escribo
con referencia al encargo que te hice la semana pasada, las famosas semillas de
soja de las que hablamos. Juana, hola, ayer te escribí por el turno para
Juancito, ¿te acordás?
2. Ojo, tampoco des
tantos detalles como para que repitas por completo lo que ya dijiste. Tu
interlocutor puede interpretar que no confías en su memoria o por el contrario
que la tuya es deficitaria por completo. En todo intercambio comunicativo
humano lo dicho, dicho está. Se puede enmendar, aclarar, corregir, explicar,
etc. Pero lo dicho no se borra.
Si, ese lote de semillas que
incluía las del tipo A que me la dejabas a $100, las del tipo B a $125 y
finalmente las del C a $130. Era para el campito de La Hollada, ese que lo
administraba mi viejo y ahora lo estoy manejando yo. ¿Viste?
3. Nunca escribas en
caliente, ni respondas mientras los controles de tu cerebro ejecutivo estén en
manos de la ira. Espera, espera un poco. Relee lo que has escrito y haz como si
estuviera escrito para vos mismo. ¿Qué pensarías de quien lo escribió? Aguarda,
tomate un tiempo, vas a la heladera en busca de un vasito de agua, te lo tomas
y regresas. Quizás ya veas las cosas de manera diferente. Si eso no te aplaca,
contesta mañana, no pasa nada. El amigo que me enseñó estas cosas acerca de los
correos y las comunicaciones, solía decir: “lo que tiene picante y pimienta
rodéalo de miel.”
Mirá Carlos, he estado
pensando en lo que me escribiste ayer y me parece que hay varios modos de
entenderlo. El modo más benefactor y más adecuado a la historia que nos une,
puede atribuirse a un malentendido. Me encantaría precisar los términos de lo
dicho encontrando el modo más conciliador posible. ¿Te parece intentarlo?
4. Cuando dudes
acerca del modo en el que te vas a dirigir a tu interlocutor déjate aconsejar
por la cortesía. Ojo no la cortesía de los cortesanos, esa empalagosa y
lisonjera. Tampoco la de las cortesanas, esa mentirosa e interesada. La
cortesía del respeto, esa que cuida el lugar que cada quien ocupa en el
contexto de lo social.
Estimadísimo Señor, recurro
a su caballerosidad y condición de ciudadano respetado por todos, para que
tenga la generosidad y la condescendencia para con un servidor y se digne a
echar llave a la puerta común del edificio cada vez que se dirige a sus muy
dignas tareas matutinas. Esto suena muy remilgado, anacrónico y seguramente
será interpretado como una ironía de mal gusto.
5. Deja siempre las
puertas abiertas a posibles respuestas. No pretendas tener la última palabra.
Aunque ya hayas dicho todo lo que tenías para decir, incluso tu posición final
respecto de cualquier tema, no intentes poner el punto final. Es conveniente
que tu interlocutor perciba que no has cerrado el diálogo y que el intercambio
permanece abierto.
Carlos, vos sabés que yo
pienso así. Algunos me dicen que estoy equivocado, que debo actualizar mi
pensamiento. Me parece correcto, siempre hay que estar dispuesto al cambio, por
ahora es lo que puedo hacer. Intercambiar ideas contigo siempre es bueno y me
hace bien.
6.
Ten en cuenta que el humor es muy difícil de
transmitir por escrito. Cuando uno cuenta un chiste, responde con una
ocurrencia divertida, o hace alguna apreciación burlona, el lenguaje corporal
es de una enorme ayuda. Un guiño, un movimiento del cuerpo, un gesto con las
manos pueden darle al interlocutor la pista de interpretación humorística. Eso
ocurre con mucha dificultad en un escrito. Para eso se han inventado los
emoticones o el muy irritante jajajajaja. Ten cuidado de expresarte con
demasiada familiaridad y escribir frases que suenan graciosas para vos.
Carlos, vos sabes que a mí
me importa un pito lo que me dices, jajajaja. ¡Dame los consejos que quieras,
lo mismo los voy a tirar a la basura, jajajaja!
7. ¡Ah…muy
importante! No te olvides de sumar los adjuntos a tu texto principal. Nos
ocurre con demasiada frecuencia que nos expresamos con corrección en el cuerpo
del mensaje y hacemos el anuncio de que vamos a adjuntar un texto y luego no lo
hacemos. En general el mensaje en su totalidad o parcialmente es un preludio de
lo que se va a agregar, no hacerlo representa una desatención. Quizás resulte
violento para nuestro interlocutor poner en evidencia nuestro olvido. Conviene
entonces echar un último vistazo a nuestro mensaje antes de apretar SEND.
8. Si vas a usar una
Post Data (PD), que sea muy breve y no contenga el verdadero motivo por el que
fue escrita la carta o el e-mail. El recurso de la PD es maravilloso. Nos
permite hacer un último agregado, algo que se nos pasó, una cortesía o
referencia final. Un saludo especial o algo similar. Nunca extensa y menos con
el verdadero motivo de la comunicación.
PD: Papá, aprovecho esta
carta de saludo para comentarte una última cuestión. En realidad necesito que
me prestes unos quinientos dólares ya que me están haciendo falta para llegar
al Ethios que hace tiempo te comenté. Te ruego consideres la posibilidad de
prestarme ese dinero. Te prometo que durante el año te lo devolveré en dólares
también, mediante transferencias bancarias mensuales. Te paso mi CBU 342563987486326756.
Gracias Papá.
Estos consejos
que me parecen de suma utilidad para una correcta y fértil comunicación en
pleno siglo XXI, me los compartió un inglés. Cuando no, los ingleses son los
devotos inventores del correo moderno. Su imperio se construyó mediante cartas
que iban y venían de y hacia las colonias. A Lewis Carroll, el inglés a quien
hago referencia y que vos seguramente recuerdas como el autor de Alicia en el País
de la Maravillas, no le interesa tanto la etiqueta epistolar como establecer
una ética de la correspondencia como una muestra de civismo.
Podríamos decir:
Escribo correctamente para instalar un confortable intercambio social en el que
prime el respeto al otro como horizonte ético. Hacer un culto del “buen
escribir” tiene un verdadero valor docente de civilización y sabiduría incluso
cuando es aplicado a la vorágine comunicativa del nuestra época.
Finalmente agrega
unos consejos acerca de cómo terminar las cartas. Recomienda observar primero
como se ha despedido nuestro destinatario y luego proceder nosotros a un saludo
similar, no es incorrecto ser incluso más afectuoso sin caer en lo edulcorado.
Muy señores míos, un servidor ha tenido el placer de
compartir estos consejos con vosotros.
Muy amistosa y agradecidamente.
Ricardo
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