miércoles, 4 de marzo de 2020

Para encarar una correspondencia fructífera. Consejos de Lewis Carroll

El correo vintage.
Ricardo T. Ricci
San Miguel de Tucumán, 5 de febrero de 2019.







Ayer me decías que nadie te entiende cuando escribes un correo o un mensaje de texto en el que preguntas, solicitas algo o propones un plan de acción. Con frecuencia he oído quejarte porque Fulanito o Menganito no tienen la capacidad de entenderte o no son lo suficientemente despiertos. Protestas porque tienes tanta tecnología a disposición y las comunicaciones son tan ágiles, que el ser humano ha quedado rezagado, a tu juicio. La mensajería actual parece funcionar bien mientras los contenidos son breves, escasos o con emoticones. Pululan los OKs, los Likes y se dan por sobrentendidas muchas porciones de la comunicación. Para un e-mail, o un mensaje relativamente formal, las cosas son diferentes. Cuando se quiere aplicar el intercambio limitado y espasmódico a cuestiones que requieren más información, ocurren los fracasos de los que tanto te quejas.

Sin que me lo hayas pedido explícitamente te voy a dar algunos consejos que son como las lentejas de la abuela, si quieres te las comes y si no, las dejas. Al final te voy a contar quien me los ha soplado en el oído.
1.     Cuando inicias una conversación es conveniente hacer alguna referencia a un encuentro anterior, a algún intercambio anterior, incluso a un tema tratado con tu interlocutor en una ocasión previa. Es una gran cortesía ofrecerle a tu interlocutor una pista concreta respecto del tema o el tenor de la conversación textual que está por comenzar.
Carlitos querido, te escribo con referencia al encargo que te hice la semana pasada, las famosas semillas de soja de las que hablamos. Juana, hola, ayer te escribí por el turno para Juancito, ¿te acordás?

2.     Ojo, tampoco des tantos detalles como para que repitas por completo lo que ya dijiste. Tu interlocutor puede interpretar que no confías en su memoria o por el contrario que la tuya es deficitaria por completo. En todo intercambio comunicativo humano lo dicho, dicho está. Se puede enmendar, aclarar, corregir, explicar, etc. Pero lo dicho no se borra.
Si, ese lote de semillas que incluía las del tipo A que me la dejabas a $100, las del tipo B a $125 y finalmente las del C a $130. Era para el campito de La Hollada, ese que lo administraba mi viejo y ahora lo estoy manejando yo. ¿Viste?

3.     Nunca escribas en caliente, ni respondas mientras los controles de tu cerebro ejecutivo estén en manos de la ira. Espera, espera un poco. Relee lo que has escrito y haz como si estuviera escrito para vos mismo. ¿Qué pensarías de quien lo escribió? Aguarda, tomate un tiempo, vas a la heladera en busca de un vasito de agua, te lo tomas y regresas. Quizás ya veas las cosas de manera diferente. Si eso no te aplaca, contesta mañana, no pasa nada. El amigo que me enseñó estas cosas acerca de los correos y las comunicaciones, solía decir: “lo que tiene picante y pimienta rodéalo de miel.”
Mirá Carlos, he estado pensando en lo que me escribiste ayer y me parece que hay varios modos de entenderlo. El modo más benefactor y más adecuado a la historia que nos une, puede atribuirse a un malentendido. Me encantaría precisar los términos de lo dicho encontrando el modo más conciliador posible. ¿Te parece intentarlo?

4.     Cuando dudes acerca del modo en el que te vas a dirigir a tu interlocutor déjate aconsejar por la cortesía. Ojo no la cortesía de los cortesanos, esa empalagosa y lisonjera. Tampoco la de las cortesanas, esa mentirosa e interesada. La cortesía del respeto, esa que cuida el lugar que cada quien ocupa en el contexto de lo social.
Estimadísimo Señor, recurro a su caballerosidad y condición de ciudadano respetado por todos, para que tenga la generosidad y la condescendencia para con un servidor y se digne a echar llave a la puerta común del edificio cada vez que se dirige a sus muy dignas tareas matutinas. Esto suena muy remilgado, anacrónico y seguramente será interpretado como una ironía de mal gusto.

5.     Deja siempre las puertas abiertas a posibles respuestas. No pretendas tener la última palabra. Aunque ya hayas dicho todo lo que tenías para decir, incluso tu posición final respecto de cualquier tema, no intentes poner el punto final. Es conveniente que tu interlocutor perciba que no has cerrado el diálogo y que el intercambio permanece abierto.
Carlos, vos sabés que yo pienso así. Algunos me dicen que estoy equivocado, que debo actualizar mi pensamiento. Me parece correcto, siempre hay que estar dispuesto al cambio, por ahora es lo que puedo hacer. Intercambiar ideas contigo siempre es bueno y me hace bien.

6.     Ten en cuenta que el humor es muy difícil de transmitir por escrito. Cuando uno cuenta un chiste, responde con una ocurrencia divertida, o hace alguna apreciación burlona, el lenguaje corporal es de una enorme ayuda. Un guiño, un movimiento del cuerpo, un gesto con las manos pueden darle al interlocutor la pista de interpretación humorística. Eso ocurre con mucha dificultad en un escrito. Para eso se han inventado los emoticones o el muy irritante jajajajaja. Ten cuidado de expresarte con demasiada familiaridad y escribir frases que suenan graciosas para vos.
Carlos, vos sabes que a mí me importa un pito lo que me dices, jajajaja. ¡Dame los consejos que quieras, lo mismo los voy a tirar a la basura, jajajaja!

7.     ¡Ah…muy importante! No te olvides de sumar los adjuntos a tu texto principal. Nos ocurre con demasiada frecuencia que nos expresamos con corrección en el cuerpo del mensaje y hacemos el anuncio de que vamos a adjuntar un texto y luego no lo hacemos. En general el mensaje en su totalidad o parcialmente es un preludio de lo que se va a agregar, no hacerlo representa una desatención. Quizás resulte violento para nuestro interlocutor poner en evidencia nuestro olvido. Conviene entonces echar un último vistazo a nuestro mensaje antes de apretar SEND.

8.     Si vas a usar una Post Data (PD), que sea muy breve y no contenga el verdadero motivo por el que fue escrita la carta o el e-mail. El recurso de la PD es maravilloso. Nos permite hacer un último agregado, algo que se nos pasó, una cortesía o referencia final. Un saludo especial o algo similar. Nunca extensa y menos con el verdadero motivo de la comunicación.
PD: Papá, aprovecho esta carta de saludo para comentarte una última cuestión. En realidad necesito que me prestes unos quinientos dólares ya que me están haciendo falta para llegar al Ethios que hace tiempo te comenté. Te ruego consideres la posibilidad de prestarme ese dinero. Te prometo que durante el año te lo devolveré en dólares también, mediante transferencias bancarias mensuales. Te paso mi CBU 342563987486326756. Gracias Papá.


Estos consejos que me parecen de suma utilidad para una correcta y fértil comunicación en pleno siglo XXI, me los compartió un inglés. Cuando no, los ingleses son los devotos inventores del correo moderno. Su imperio se construyó mediante cartas que iban y venían de y hacia las colonias. A Lewis Carroll, el inglés a quien hago referencia y que vos seguramente recuerdas como el autor de Alicia en el País de la Maravillas, no le interesa tanto la etiqueta epistolar como establecer una ética de la correspondencia como una muestra de civismo. 
Podríamos decir: Escribo correctamente para instalar un confortable intercambio social en el que prime el respeto al otro como horizonte ético. Hacer un culto del “buen escribir” tiene un verdadero valor docente de civilización y sabiduría incluso cuando es aplicado a la vorágine comunicativa del nuestra época.

Finalmente agrega unos consejos acerca de cómo terminar las cartas. Recomienda observar primero como se ha despedido nuestro destinatario y luego proceder nosotros a un saludo similar, no es incorrecto ser incluso más afectuoso sin caer en lo edulcorado.

Muy señores míos, un servidor ha tenido el placer de compartir estos consejos con vosotros.
Muy amistosa y agradecidamente.
Ricardo



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