martes, 3 de marzo de 2020

Andá, sentate a escucharla en serio.


Andá, sentate a escucharla en serio.
Ricardo T Ricci
S.M. de Tucumán, 11 de febrero de 2020







“Un buen lector aprende a estar con el libro; un buen lector sabe que vale la pena dedicarle tiempo; un buen lector busca una pos­tura cómoda para degustar la lectura. Una postu­ra incómoda conducirá al lector a abandonar la lectura del texto. Sencillamente, un buen lector aprende a estar.”[1]


Una vez más Guillito, que ya cursa Semiología, me viene a ver espantado por las cosas que ve en las sala del Hospital del Norte, los modos con que los camilleros, enfermeros y los mismísimos médicos, tratan a los pacientes. El esta iniciándose y resulta sorprendido por una realidad que se encuentra naturalizada desde hace décadas: el trato brutal hacia en paciente.

Ojo Guillo, no generalicemos, hay como siempre honrosas excepciones que merecen ser destacadas y aprender de ellas.
¿Y qué hago Rulo?
Andá, sentate al lado de la cama, y escuchá en serio a tus pacientes. Les va a encantar, será para ellos como gozar de un vaso de agua fresca en medio del desierto. Una corriente relativamente nueva de la medicina, la Medicina Narrativa, estimula a tener encuentros genuinos con los pacientes, encuentros de crecimiento mutuo y de comprensión bidireccional. Comprendo a mi paciente y a su vez soy comprendido por él. Tené en cuenta que tampoco el médico las tiene todas consigo, él también necesita ser atendido, comprendido y contenido.
Mirá, así como te enseñan a valorar la objetividad, la deducción, y la información científica; vos te tomas un minutito y le das jerarquía a la subjetividad, a la originalidad, a la experiencia humana, a las biografías y, sobre todo a las emociones. Eso te ayudará, creo yo, a disipar el ambiente de negatividad iluminándolo con candelas de compasión humana.

Podés afirmar con todas las letras que el paciente es como un “texto” con el que debes interactuar. Es un texto riquísimo, que no merece ser reducido a lo meramente biológico; además de los valores bioquímicos tiene una historia, no apareció en la sala espontáneamente y de la nada; su radiografía tiene tanto valor como su expresión lingüística, sus gestos, su mirada, sus lágrimas o su sonrisa.
Siguiendo a un famoso filósofo de la Interpretación (Hermenéutica), Paul Ricoeur, podemos afirmar: “el hecho de que el paciente sea visto como un texto es sinónimo de que en su ser de enfermo pueden emerger pa­labras que muchas veces deben ser extraídas del silencio, palabras cuyo decir es siempre múltiple y están a la espera de nuevas interpretaciones que decidan su significación, palabras que, además, estarán abiertas a los muchos que puedan leerlas, a todas las instancias sociales que pueden proveer salud, en mayor o menor medida”[2]  

Para abordar ese “texto” llamado paciente necesariamente debemos desarrollar  una actitud compasiva. Llamemos compasión, a ese movimiento del corazón que se puede enseñar y desarrollar mediante un proceso de sensibilización a la situación concreta del paciente, a su dolor, a sus éxitos y fracasos. Quien desea incrementar la compasión puede comenzar potenciando su capacidad de asombro, promoviendo una apertura a la realidad y a la presencia de los rostros concretos de las personas que sufren. Algo similar al asombro y expectativa que nos anima a iniciar la lectura de un libro.

Para lograr esa compasión son necesarias algunas actitudes básicas que solo mencionaremos someramente.
a. Humildad. Ya lo decía Santa Teresa de Avila: “Humildad es andar en verdad.” Acaso sea conveniente revisar de vez en cuando nuestra verdad. Somos seres falibles, frágiles, vulnerables, similares a los pacientes a los que, en general y equivocadamente, tendemos a poner en un polo opuesto al nuestro.

b. Soledad. Aprender a disfrutar de nuestra soledad. “En la soledad nos percatamos de que nada hu­mano nos resulta ajeno, de que las raíces de todo conflicto, guerra, injusticia, crueldad, odio, celos y envidias están profundamente ancladas en nues­tros corazones.”[3] 

c. Aprender a estar. Es como aquello que nos reclaman en cualquier otro ámbito social. “Che, si estás conmigo, tenés que estar conmigo, largá el celular, dejá de pensar en las cosas del trabajo. Ahora estás conmigo.” Aprender a estar, y estando, escuchar, es disponer de tiempo en exclusividad (100%), no sólo atender, sino a adoptar actitudes corporales de comodidad y atención, mirar a los ojos, neutralizar las distracciones. Tengo 2 minutos para vos. Bien, esos dos minutos tienen 120 segundos, ni más, ni menos y son todos míos.

d. Dejar ser. Para ello tenemos que dejar a un lado el ‘metro patón’ con el que mensuramos nuestra vida. No prejuzgar, no juzgar son el fundamento de la actitud de dejar ser al otro como él es. Significa evitar etiquetar al paciente que como nosotros es una persona dotada de plasticidad y cambio. Etiquetas como ‘Cama 1’, deben ser evitadas como también: el rengo, la gorda, el TBC, la histérica, el amargao, etc. Es conveniente tener en cuenta que del mismo modo que etiquetamos, somos etiquetados.

Para concluir querido Guillito: Las cosas son como son, y nuestra vida es lo que hacemos con las cosas como son. Esta frase con reminiscencias sartrianas, nos anima a no quedarnos en la queja y acometer la transformación del mundo. ¿Cuál mundo? Todo el mundo comenzando por lo que nos rodea cada día, aquello en lo que estamos comprometidos y es nuestra responsabilidad.   




[1] Rosas Jimenez, C. A.  “Medicina Narrativa: el paciente como “Texto”, objeto y sujeto de la compasión” Acta Bioethica 2017; 23 (2): 351-359
[2] Rosas CA. “El paciente como “texto” según Ricoeur: implicaciones en bioética.” Bioética 2014; 22(2): 234-240.

[3] Nouwen H. El camino del corazón. Buenos Aires: Editorial Guadalupe; 2005.


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