Juanita.
La colosal congoja de
una sobreviviente.
Ricardo T. Ricci
teodoro.ricci@gmail.com
S.M. de Tucumán 24 de marzo de 2020.
Mi abuela Juanita (la primera de la derecha), se vino para
la Argentina allá por 1920. Sí, la nuestra era la tierra prometida para los
gallegos y los tanos, también para los catalanes como era su caso. Su
emigración se forjó alrededor de un sueño, el de la tierra prometida; el viaje
se concretó, sin embargo, para huir del espanto.
Juanita, con dieciséis años recién cumplidos, se unió a un grupo de voluntarias civiles para luchar contra la mal llamada Gripe
Española. Esa simple decisión, le cambió la vida para siempre.
El mundo estaba en guerra en 1918, hombres y mujeres morían
de a cientos de miles, algunos por las balas y los gases letales, otros por el
tifus en las trincheras y otros por virus extranjeros más certeros que las
mismas balas. El lugar en el que comenzó la plaga es aún un tema de disputa, de
lo que se está seguro es que no fue España. Eran épocas de secretos militares,
de noticias sesgadas para no disminuir la moral de los soldados
(extraoficialmente se sostiene que murieron entre cincuenta y cien millones de
personas en todo el mundo).
Sea como fuere, la tierra natal de Juanita fue una
de las zonas más afectadas con ocho
millones de personas infectadas y 300.000 fallecidas. Su propia
familia resultó diezmada, murieron sus padres, dos de sus hermanos pequeños, la
tía Elisa y el abuelo Paco.
Los sentidos de Juanita se saturaron de muerte. Con un
llanto que no conocía final, me contaba que en su memoria aún estaba presente
el olor de la muerte, el sonido sibilante del final, el sabor metálico de su
propia saliva y la fría rigidez de los cadáveres.
Juanita era la persona más buena del mundo, menudita,
silenciosa, prudente, inmensamente prudente. Yo la llamaba Abueli. Nunca la vi
con otra ropa que no fuera su viejo batón de luto estricto. Sus ojos no
acompañaban a sus sonrisas, ajenos, me miraban sin ver. Estaban en un lugar en
el que para llorar no se necesita de estímulos, se hallaban para siempre en el
inmenso país de la congoja.
Excelente!👏👏👏👏
ResponderEliminarParabéns amigo! Comovente!
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