jueves, 5 de marzo de 2020

Me quedé pensando señora Oruga


Me quedé pensando señora Oruga…
Ricardo T. Ricci
SMT, 17 de octubre de 2018





En estos días pasados usted, de manera un tanto prepotente, me hizo esta pregunta: “¿Quién eres?”. Me tomó por sorpresa, quedé un poco desconcertada en un medio que no lograba entender, no atinaba a descubrir su lógica en caso de que en verdad la tuviera. Me costó amoldarme. Justamente en el momento de nuestro encuentro yo estaba teniendo problemas con mi altura, no tenía dominio sobre las dimensiones de mi cuerpo, mi situación era totalmente inestable. La inestabilidad del cuerpo va seguida necesariamente de la de la mente, ya sabe usted que la mente es también cuerpo. Había tomado no sé qué brebaje que me tenía  a mal traer con mis dimensiones, pasaba de tener su altura señora, más o menos doce centímetros, y al rato mi cuello se elevaba por encima de las copas de los árboles y se me confundía con una enorme serpiente.

En ese contexto delirante, viene usted y me pregunta quién soy. Yo le contesté que no lo sabía, que a la mañana me había despertado recordándolo, pero que ahora dadas las circunstancias no lo sabía, tal era la fugacidad y la inestabilidad de mis estados. Se acuerda ¿no? Soy Alicia, y ahora ya me encuentro en casa luego de haber disfrutado y sufrido a la vez, ese lugar del sin sentido en el que usted vive. Ahora, ya más tranquila, pienso y repienso acerca de los encuentros delirantes que tuve y comienzo a convencerme que no lo fueron tanto, y que me ofrecen pistas para ver de otro modo temas que consideraba solucionados y agotados. Temas que pensaba, pertenecían a una realidad inmutable de absoluta certeza, y que ahora observo con cierta saludable perplejidad.

Por ejemplo, el encuentro que tuve con usted. Como le recordé hace instantes me quedé pensando en su pregunta, que no por cotidiana deja de ser inquietante. Hoy pienso que usted es la persona menos indicada para presumir de cierta estabilidad de vida, no se puede decir que el estado de oruga sea precisamente un estado de quietud  y duración. Usted, cuando conversamos, acababa de ser larva y se aprestaba a ser mariposa un tiempito después. Me preguntó quién era, produciéndome malestar al advertir mi propio estado de fugacidad cuando usted misma tiene contados los minutos para ser quien es. Menudo desparpajo el suyo ¿Usted ya era doña Oruga siendo larva? ¿Seguirá siéndolo cuando tenga alas de hermosos colores? ¿Es que podemos hablar de una permanencia de la identidad como para contestar hoy que soy A, y mañana que continúo siendo A y no B?  ¡Mi querido amigo el señor Charles LutwidgeDodgson estaría feliz si me viera razonando con esta formalidad!

Resulta mi querida señora Oruga, que todo este tiempo que pasamos en esta biblioteca, mucha agua ha pasado bajo el puente de la identidad. Se pensó que los genes, la información en ellos contenida era inmutable y poseían una marcada determinación. Pues no es así. Nuestra dotación genética se manifiesta parcialmente, y esa manifestación tiene una marcada relación con el ambiente que nos rodea. ¡Sabe qué! No sólo con el ambiente físico o biológico que nos rodea, también con el social. Eso me encantó, lo social nos modifica permanentemente. Por lo tanto, mi querida señora, yo no soy ahora la misma que antes de conocerla, y por supuesto que con usted ocurre algo similar. Se trata de un proceso adaptativo aún más rápido que su esperada metamorfosis. A propósito… ¿siente en sus células el proceso del cambio? Obviamente no es mi caso, yo no seré mariposa, pero cambio con la misma rapidez que usted. Las células que me conforman se eliminan y nacen otras nuevas que las reemplazan, y luego otras más y luego otras más aún. Como las víboras cambian de piel, todos cambiamos permanentemente las células, los órganos y los sistemas que nos constituyen. Otro tanto pasa en el cerebro, por lo menos en el nuestro, no conozco tanto acerca del cerebro de las orugas. Cambian nuestras células, se modifican las conexiones, lo que sirve y se usa, se fortalece, por el contrario lo que está en desuso es podado o modificado. Hay unas ramificaciones de las neuronas(las células del sistema nervioso), que se llaman dendritas; es increíble ver con la rapidez que se modifican, con la que crecen, con la que multiplican sus ramitas. En esas células, en las conexiones que hay entre unas y otras se localiza nuestra memoria en forma de complejos químicos de cierta estabilidad. Esa es la memoria llamada a largo plazo, la que permite que cuando el Sombrerero Loco o La Reina de Corazones dicen: ¡Alicia!Yo –ese mí mismo tan venerado – reaccione dándose la vuelta hacia la llamada. Es lo que le permite a usted  abstenerse de reaccionar si el llamado es el mismo. 
Ahora, mi querida Doña Oruga: ¿Intuye usted la fragilidad del fundamento biológico de nuestra identidad? La fugacidad, la insustancialidad, la sutileza es su característica fundamental. Nuestro Yo vive en el reino de lo improbable, como la vida. La suya o la mía, la del planeta entero.


Y usted tiene el desparpajo irreverente de preguntarme quién soy. Soy Alicia señora mía, la increíblemente débil y fugaz, y a la vez aquella que, desde esa realidad paupérrima común a toda la humanidad, aspira a conquistar las estrellas, la que pretende entrometerse entre las partículas subatómicas e insiste en querer saber qué ocurrió antes del Big Bang. Soy Alicia, la que con recursos limitadísimos aspira a poner algo de orden en este país del sinsentido en el que es común ver un gato sonriendo y lo que es más, seguir viendo la sonrisa aunque el gato se haya ido. Mi querida señora, ahora la dejo esperando que mañana, cuando sea mariposa, se digne a reconocerme y me guiñe un ojo para que yo, a mi vez, la reconozca.

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