viernes, 13 de marzo de 2020

La ficción de la ficción acaso sea la realidad.


El esclarecedor sueño de Juan Illich
Ricardo T. Ricci
SMT, 14 de diciembre de 2018








Juan Argentino Illich, es el chozno de Iván el inmortal personaje de la breve novela de Lev Tolstoi. Para quienes no lo saben chozno no es ningún insulto, se le dice así al hijo del tataranieto, es decir al cuadrinieto del personaje original. Los abuelos de Juan A. vinieron a la Argentina huyendo de los excesos del Zar de todas las Rusias como se acostumbraba nombrar a aquel monarca. Desembarcaron del vapor ‘Groix’ en el Buenos Aires del centenario, allá por 1910. Obviamente Julio es más argentino que el caracú, sin embargo le encanta leer y releer la novela de Tolstoi, “La muerte de Iván Illich”. En la cama, en el café de la esquina, o en el atardecer urbano, se lo puede ver con un libro ajado, con hojas que de tanto manoseo han engordado. Julio trabaja como prosecretario en los Tribunales de Justicia, se casó ya hace tiempo y tienen dos hijos Ivancito y Katy de 16 y 12 años respectivamente. Es un tipo dedicado a su trabajo, formal, educado, a veces demasiado atento a la opinión de los demás. Los que lo conocemos, sabemos que tiene una enorme cuota de introspección, una fantástica vida interior. La lectura de la novela referida a su ancestro, le permite pensar y repensar la cuestión de la muerte;  le desvelan las impresiones que los demás tendrían de él mientras rodean de manera cercana o lejana su hipotética cama de moribundo. 

Una madrugada de verano, Juan se despertó arrebatado y sudoroso. No se espabiló demasiado, optó por continuar en esa duermevela inquieta. Entre soñando e imaginando, se figuró para sí mismo un escenario futuro en el cual él mismo era el moribundo y estaba rodeado por todos sus conocidos en distintos círculos de proximidad, todo en función de la cercanía afectiva. De ese modo su esposa e hijos estaban en el círculo más próximo, sus compañeros de trabajo y conocidos en locaciones más periféricas. Como espectador omnisciente de la escena, era capaz de leer las mentes de quienes lo velaban anticipadamente. Tenía acceso a los sentimientos genuinos y los posibles epitafios que, de manera descarnada, escribiría cada uno de ellos como síntesis de una vida. Los sentimientos de las gentes a flor de piel, lo que plasmarían en la lápida de Juan si pudieran hacerlo. El hallazgo fue espectacular.

El que lo tenía de la mano era su médico. En realidad, le tomaba el pulso en su muñeca derecha. “Se me lo muere el Juan; pensar que lo conozco desde la secundaria. Le recomendé mil veces que largara el pucho. Hace rato que satura mal, no tiene superficie de intercambio gaseoso, se va a morir asfixiado pobrecito. Lo va a matar esta arritmia. Su familia está preparada, es un alivio para mí”.

“Papá, papá ya no me contestas, ¡te voy a extrañar no sabes cuánto! Sos el mejor papá del mundo. Ahora me dejás sola con los líos que tenemos en casa, ¿qué hará mamá? ¿Permaneceremos unidos o también ella se irá, en su caso, tras esa quimera? Esa locura que le agarró a su edad, esa fantasía incomprensible.”

En ese momento entró Ivancito y se paró al lado de su hermana, ésta desvió un instante la mirada para observar atentamente a su hermano, luego regresó a su posición rígida. “Viejo querido, ya nos hemos despedido en aquella cervecería, ¡te acordás? Me hablaste de frente, como dicen, de hombre a hombre, me cantaste la verdad sin tapujos. Te estabas muriendo, me dijiste. Ya lloré todas las lágrimas, ya puteé todas las puteadas, ya me calenté, protesté, pero todo en silencio como me lo pediste. Si, las voy a apoyar a las dos. A la Katy la voy a mimar un poco, no voy a dejar de cargarla y hacerle bromas, y a la mamá… A la mamá la voy a querer como siempre, pero se lo voy a hacer saber. No la voy a condenar, trataré de escuchar sus razones, le tendré paciencia. Te lo prometo viejo querido.”

“Juan, te odio casi tanto como te amé. En este último tiempo, desde que caíste en cama he tenido la oportunidad de pensar tanto, he recordado, he vuelto a soñar los sueños soñados alguna vez. Te he amado con locura, ¡te amo aún pelotudo! Estos últimos años te pusiste distante, lejano, descortés. Nunca supe bien por qué. Parecías estar conmigo, pero estabas a kilómetros de distancia y a años de ese presente que parecíamos compartir. Siempre mirando hacia adentro, ensimismado, no sólo distante sino como pidiendo más y más distancia, más y más soledad.
Esa soledad me fue envolviendo a mí, de pronto sentí que habías sacado el piso debajo de mis pies. Sola, triste y lo que es peor sin mi hombre, sin vos. No faltó el carancho que sobrevuela siempre para aprovecharse de las víctimas. Ramiro, sí Ramiro tu amigo de toda la vida, se me acercó, me escuchó, enjugó mis lágrimas y finalmente nos dejamos llevar. Cómo te enteraste, no lo sé. Cómo se enteraron los chicos, me imagino que por vos. ¿Qué se están imaginando respecto de mi futuro? ¿Estás absolutamente convencido de que siempre me fuiste fiel? Querés que lo diga, lo digo. Ramiro me calentó, el abrazo afectuoso de un hombre me contuvo en la soledad. Me volví a casa de la puerta de su departamento. Me dio vergüenza, me dolía tirar años de convicciones a la basura, preferí que me considerada una tarada que sentirme una facilonga cualquiera. Me volví a casa, algo pasó, algo intuiste cuando esa noche me miraste. ¡Lo viste!. Viste la bronca, el desamor y la traición. Luego entre los tres armaron la película completa y me condenaron. Se transformaron, sin saber nada de nada, en los inquisidores de mi vida y de mi futuro. ¡Qué se yo que voy a hacer ahora! Estoy segura que no es lo que se imaginan ustedes; ¡voy a ser tu viuda; la puta madre, tu viuda! Así despechada, enojada, con deseos de venganza, loca, aterrada, y más sola que nunca, te sigo amando Juan, te sigo amando. ¿Qué voy a hacer? Llorar, llorar, abrazar a los chicos y vivir la vida mendicante de perdón.”

Mientras se ampliaba el círculo de los afectos las voces se multiplicaban, los sentimientos variaban, se construían epitafios diversos. Sebastián, el hermano: “Te lloro hermano pero, me da vergüenza hasta pensarlo: agradezco no estar en tu lugar” Sofía la mamá; “Hijo de mi alma, es injusto, soy yo la que debería estar en esa cama. Mi vida ya no será igual; me invaden imágenes de tu niñez, cuento tus besitos, me acuerdo de tus rodillas siempre sucias, de tu pelo enmarañado, de tu silencio irritante y secreto. ‘Aquí yace mi hijo, una bendición y una incógnita a la vez’. Ahora te vas a encontrar con papá.”

Más lejos: “Primo querido, fuiste un ejemplo para mí”. “Ahora Juán estás de cara al misterio que tanto te desveló. Está a punto de abandonar esas que llamabas las absurdas coordenadas de espacio – tiempo. Lo que en vida supo desgarrar tu corazón, ahora, a las puertas de lo incierto, parece no preocuparte. Fui el padrino más dichoso, gracias.”

“Bueno, la Prosecretaría va a quedar ahora vacante. ¿Será mi turno? Le voy a pedir a Javier que empuje un cachito en la corte.” ‘Aquí yace un funcionario judicial comprometido y ecuánime’ ‘Te acompañan todos tus amigos de la Prosecretaría’. “Uno menos para disputar el ascenso.”

“No me imaginé esta salida. Tuviste a tu lado una flor de mina que te ama, que te es fiel hasta el extremo de dar marcha atrás cuando todos los motores están encendidos. Guacho querido, no pienso quedarme quieto, espero un tiempo e intento de nuevo chavón.” ‘Aquí yace el hombre que no mereció lo que la vida le dio.’ ‘Juan Argentino Illich (1970 – 2018) el hombre que nació muriéndose’.

“No pagó los gastos del sanatorio de mi marido patroncito. Ojalá que ahora le aprovechen los ahorros” “Te negaste a agilizar mi expediente; ojalá te pudras pronto.” “En su momento no entendiste mi dolor, cuanto me alegra que tu familia llore a mares ahora.” “Juancito querido, Dios se apiade de tu alma y te tenga en su gloria.” ‘Aquí yace el hombre que careció siempre de consenso’. ‘Aquí yace Juan, introvertido, solitario, siniestro.’ “Te vamos a extrañar tío Juan, el club no será lo mismo sin vos.” “Una lástima, ¡qué persona tan derecha!” “Un compañero incondicional.” “Qué no descanse en paz, hasta que la viuda pague la deuda que me deja”. ‘Aquí yace un hombre más, sólo un hombre más’.



Esa mañana en el desayuno, lo sorprendió el perfume del café recién hecho, el olor acogedor de las tostadas que Susana había preparado. Le fascinó como nunca ese sabor un poco empalagoso del dulce de leche. Apreció la melodía de las voces de su mujer y sus dos hijos.

En la radio: “Viernes 14 de diciembre de 2018, hermoso día de sol. Permanecerá fresco durante la mañana y la tarde y se esperan lloviznas hacia la noche. El pronóstico asegura que hoy y las próximas jornadas serán fantásticas.” 


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