Ricardo
T. Ricci
SMT. 17 de junio de 2019
Se trata
de saber si has amado. Como se te advirtió desde el comienzo, serás examinado
en el amor. La pregunta será: ¿Amaste? Tienes derecho a elegir, de entre los
colectivos humanos en los que participaste, los actores de este juicio. A
partir de este instante serás examinado en uno de los que considerabas espacios estancos en tu vida, sólo uno. Se inicia el juicio de tu actividad profesional,
tú mismo la has seleccionado como una parte importante de tu vida.
La
misericordia te otorga el derecho de elegir a tu acusador, a tu defensor, y a
quienes deseas como integrantes de tu jurado. Finalmente designarás, según tu
voluntad, a quién deseas como juez de tus actos. Lo tienes todo a favor,
aprovecha la oportunidad.
Te
escuchamos con atención:
Deseo que mi acusador sea un paciente. Aquel a quien
menosprecié, aquel que me pasó completamente desapercibido, el dueño de aquella
mano que no vi mientras se extendía hacia la mía en busca de ayuda. Mi acusador
será aquella persona a quien no supe, no pude o no quise escuchar, esa a la que
no asistí por el mero hecho de estar distraído, de no haberle prestado atención.
Deseo que mi defensor también sea un paciente. Uno que haya
sido beneficiado de algún modo por una acción mía. Alguien que se sintió
distinguido por mí y que posea una percepción aguda de la miseria humana encarnada
en el médico. Alguien, sin dudas lo hay, que haya percibido mis miedos,
frustraciones, mis profundas dudas, preocupaciones y prejuicios. Una de esas
pocas personas que están convencidas de que la medicina es una, y sólo una, de
las formas en que se puede servir a un congénere o aliviar su dolor. Un
individuo que sea consciente de la pesada mochila que la sociedad le propone al
médico, y que este acepta a veces por inocencia, a veces por vanidad.
Deseo que los testigos y el jurado también se convoquen de
entre mis pacientes. Que sea heterogéneo, bien heterogéneo, que los haces de luz que iluminen mi trayectoria provengan de cientos de lugares. Que sea un grupo variado y elegido al azar.
Esencialmente diverso que de todo vi. En este reino de la verdad y la
transparencia no habrá lugar para la chicana ni la especulación. Unos y otros,
sabrán apreciar la complejidad que se halla detrás de cada acierto y cada
error. Unos y otros, serán genuinos para advertir el ensombrecido corazón del
médico, que en nada se diferencia del ensombrecido corazón del ser humano. Unos
y otros sabrán estimar los gérmenes de virtud, esos brotes de buenas acciones
que los aquietaron, les ofrecieron consuelo, les dieron compañía y disiparon,
aunque sea de momento, la espantosa soledad.
Finalmente deseo que mi juez sea El Paciente. Aquel que
desempeñó, por sus características ambos roles, el de médico y el de paciente
de manera simultánea y ejemplar. Por las características que intuyo va a tener este juicio,
será necesario un equilibrado conocimiento de causas y efectos, un sagaz
conocimiento de las profundidades misteriosas de mi entendimiento y voluntad.
Sólo ese Juez será capaz de visualizar la totalidad, y lo intrincadamente sombrío
e inaccesible que es el aparato sentiente, procesador y ejecutivo que tenemos
los humanos.
Finalmente, serán
necesarias enormes dosis de indulgencia, comprensión y misericordia para que el
fiel de la balanza no me perjudique por completo. Creo haber amado, de lo que
no estoy seguro es si amé lo suficiente. ¡No sé si he amado bien!
Espero la sentencia con temor y temblor. Confío en la
benevolencia y en la recta conciencia de todos los participantes. Ansío que el
Amor valore y potencie mi amor, que encuentre algún brillo en la sordidez de mi
humanidad.
Todos de
pie, se inicia la audiencia. ¡Tiene la palabra la parte acusadora!
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